Impunidad para el asesinato de cuatro personas en El Carreu (Lleida) en plena Posguerra

Cruz en el cementerio que recuerda a las cuatro víctimas del cuádruple crimen de El Carreu

Un único vestigio. Una cruz ya oxidada y deteriorada recuerda que en aquel lugar en una época ya lejana allí fueron asesinadas cuatro personas. Todas ellas miembros de una misma familia que recibieron una muerte cruel y despiadada, sin que jamás nadie hubiese pagado por ello. Sucedió a mediados de marzo del año 1943, en la localidad leridana de El Carreu, en la primera Posguerra, en la que el hambre y las calamidades se habían convertido en los compañeros inseparables de una sociedad española que sufría como pocas los duros rigores de aquel nefando tiempo.

El caso no se investigaría jamás. Tampoco apareció reflejado en los medios de comunicación de la época, duramente afligidos por una férrea censura militar que no permitía publicar ningún asunto que pudiese dañar la imagen de las autoridades. El suceso se fue olvidando hasta que un escritor catalán, Pep Coll, decidió ocuparse de ello hace ya una década, a través de una novela que recrea tan triste acontecimiento, Dos taüts negres i dos de blancs(Proa). «Dos ataúdes negros y dos blancos».

Según palabras del propio autor del libro, fecundamente galardonado con distintos premios, que nos sumerge en un paraje de las montañas del Pirineo ilerdense, que hoy se encuentra completamente abandonado, en aquel entonces «la censura hizo callar a la prensa, en tanto que la justicia franquista no quiso actuar», convirtiéndose el suceso en un hecho tabú, únicamente conocido por la tradición oral, que se fue transmitiendo de padres a hijos, quienes muchas veces mandaban callar a los más pequeños debido a la magnitud del suceso y al miedo a posibles represalias.

Un cuento de terror

Pep Coll describe la tragedia acaecida en El Carreu como «un cuento de terror». Los mayores no les explicaban nada a los más pequeños y a estos los corroía la curiosidad acerca de lo que aconteció en aquella localidad catalana hace ya ocho décadas. Y así fue como el escritor catalán, nacido algunos años después del cuádruple crimen, se fue adentrando en el macabro relato muy extendido por toda la comarca hasta plasmarlo en una de las novelas más vendidas en lengua catalana en los últimos tiempos, siendo incluso comparada con «A sangre fría» , de Truman Capote.

En la actualidad el escenario en el que aconteció el cuádruple crimen está completamente abandonado desde hace ya más de 30 años. Solamente queda en pie la Masía de Laorto, que curiosamente fue en la que ocurrió el trágico episodio. Viejas rencillas familiares enfrentaban a los propietarios de esta con unos vecinos, a quienes se les atribuyó semejante salvajada, aunque jamás serían detenidos ni siquiera investigados. Todo el mundo les atribuía los cuatro asesinatos, pero la vida proseguía para ellos al igual que si nada hubiese sucedido.

Según la narración del investigador de este suceso, los hechos ocurrieron en una mañana de una jornada previa a la entrada de la primavera. Los ancestrales enfrentamientos llevaron a la familia rival a terminar con quienes ocupaban la Masía de Laorto. Su objetivo era el padre, quien respondía al nombre de Bep. Debía de morir de un golpe seco y silencioso, pero los asesinos se encontraron con un testigo inesperado, una de las hijas del matrimonio que habitaba el tradicional lugar. El hombre recibiría un golpe y un único tiro que terminaron con su vida.

La hija del cabeza de familia se dirigió corriendo a casa en busca de ayuda al contemplar la aterradora escena. Sin embargo, aquello no fue más que el comienzo de una brutal masacre que haría que el asesino diese muerte sin piedad a las otras tres personas que habitaban la masía. Los gritos de las niñas y la mujer de nada servirían, siendo terriblemente asesinadas la mujer de mediana edad, Margarida y sus dos hijas María y Carme, de 10 y 14 años respectivamente.

Animales que berreaban

Los más viejos del lugar, según cuenta Pep Coll, recordaban que en los días posteriores al brutal cuádruple crimen escuchaban berrear con el hambre a los animales que eran propiedad de los Laorto, siendo entonces cuando se descubrió el tétrico escenario, habiendo pasado tres días desde que se hubiera perpetrado la brutal matanza.

Los miembros de la familia asesinada recibirían sepultura un domingo del mes de marzo de 1943. Serían desenterrados de nuevo para practicarles una segunda autopsia, que nada nuevo revelaría. En el camposanto en el que descansan sus restos mortales hay una enorme cruz que recuerda que allí está sepultada una familia que fue brutalmente asesinada en plena Posguerra en un, hoy deshabitado, pueblo del Pirineo ilerdense. En su día no se hizo justicia, quizás porque no se quiso. Más de siete décadas más tarde un escritor catalán se ha encargado, cuando menos, de devolverle la dignidad a una familia que en su época le negaron las autoridades, más preocupadas de ofrecer una falsa imagen de España que en solucionar sus verdaderos problemas.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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