Asesina a tres miembros de su familia en Respaldiza (Álava)

Antigua cárcel de Vitoria en la que fue ejecutado Luis Orive Álava en diciembre de 1949

Eran los años del racionamiento y de la dura Posguerra, que se estaba alargando demasiado. Cuando lo más importante no era llegar a fin de mes sino a final del día. Era el tiempo de la España negra, un país todavía eminentemente rural en el que solían aflorar viejas rencillas entre distintos miembros de los clanes familiares, en un tiempo en el que estos gozaban todavía de un gran arraigo, aunque también había ya familias rotas y desestructuradas, a pesar de que muchas veces se corría un tupido velo con el que procurar guardar las apariencias.

Una de esas familias, y que al parecer no lo llevaba nada bien la ruptura, era el clan de los Orive Álava, cuyo grupo familiar se había desgajado en la década de los cuarenta como consecuencia de los enfrentamientos que en ella subyacían a raíz del reparto del patrimonio y la herencia. En el caserío de El Arenal habían quedado el padre, el hermano mayor y la esposa de este último, en tanto que el hijo menor, Luis Orive Álava, de 27 años de edad se había ido a vivir con su madre al municipio vizcaíno de Algorta, a unos 45 kilómetros de Respaldiza donde se produciría el trágico episodio.

El domingo, 17 de agosto de 1947 el menor de los hermanos, quien junto a su madre se hallaba fuertemente enfrentado a los restantes miembros de la familia, se desplazo desde Algorta hasta Respaldiza, armado con una escopeta de caza. En esa misma jornada, previamente a la comisión del triple crimen, había comido en la localidad de la que era originario. Posteriormente, alrededor de las tres de la tarde se dirigió al caserío en el que residía su familia. Allí solamente encontró a su padre, Francisco Orive, sobre quien disparó sin mediar palabra, dejándole prácticamente exangüe.

Como no se hallaban en ese momento en el domicilio familiar, esperó a que regresasen su hermano Luis Orive Álava, un par de años mayor que él y su cuñada Blanca Velasco, a quienes daría muerte entre las siete y las ocho de la tarde de ese mismo día, de la misma forma que había hecho con su progenitor. La mujer asesinada se encontraba en avanzado estado de gestación, circunstancia esta que concurriría como agravante a la hora de juzgar este trágico suceso.

Huida

Consciente de la gravedad de los hechos que había protagonizado, Luis Orive Álava, un joven profesor en una escuela de educación primaria de la época, iniciaría una prolongada huida que le llevaría hasta el municipio castellonense de Benicassim, donde sería detenido por efectivos de la Guardia Civil el día 5 de septiembre de 1947. Su madre sería detenida instantes después de la comisión del triple crimen para aclarar lo sucedido, aunque sería puesta en libertada prácticamente de inmediato.

En el juicio que se celebró contra Luis Orive en abril de 1948 las cosas no pintaban muy bien ya desde un principio para el acusado, pues el fiscal solicitó de entrada tres penas de muerte para el asesino. El abogado de su defensa alegó el estado psicológico en el que se encontraba su defendido, aduciendo que sufría alguna patología psiquiátrica. Sin embargo, sus argumentos no convencieron al tribunal, que lo condenó a dos penas de muerte, así como a una multa de mil pesetas.

La sentencia sería recurrida ante el Tribunal Supremo, quien no haría otra cosa que ratificar a sus colegas de Álava, unos meses más tarde del primer veredicto. La última bala que le quedaba en la recámara era la gracia del indulto por parte del Jefe del Estado, quien en esta ocasión haría caso omiso de la petición de clemencia, convirtiendo al asesino en una nueva víctima del cruel garrote vil.

Ejecución

Luis Orive Álava, un joven de tan solo 27 años, vería como la fortuna le resultaría esquiva y el día 5 de diciembre de 1949, después de haber expresado su sincero arrepentimiento por el fatal suceso, así como después de haber recibido el consuelo de los últimos sacramentos, dejaría de existir en una madrugada de otoño en la que se atisbaba ya la llegada del crudo invierno.

El encargado de aplicarle tan cruel castigo sería el verdugo Florencio Fuentes Estébanez, un hombre que se suicidaría en el año 1970 como consecuencia de los muchos remordimientos que corroían sus entrañas, después de haber abandonado el truculento cuerpo de los «Ejecutores de sentencias», tal y como le gustaba que le denominasen a su simpático colega, don Bernardo Sánchez Bascuñana.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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