Un joven de 18 años asesina a su madre y a su abuela en Caspe (Zaragoza)
Aquellas fueron las últimas Navidades oficiales del anterior régimen, al menos de su principal representante, el general Franco, cuya existencia se iba diluyendo poco a poco. España era un país todavía con grandes concentraciones de población en villas y pequeñas localidades, a pesar de que proseguía el éxodo rural rumbo a las principales ciudades españolas. Era un país que olía, y todavía mucho, sanamente a pueblo. En una de esas poblaciones ocurriría un suceso que trastornaría su devenir cotidiano y se convertiría en un acontecimiento que llegaría a alterar las rutinas de la tranquila población de Caspe, situada en el Bajo Aragón, al sureste de la provincia de Zaragoza.
En la tarde del día 19 de diciembre de 1974, José Manuel Campos Loren, profesor de instituto había visitado a su madre y su hermana en la vivienda que ocupaban en una de las calles de Caspe, siendo la penúltima persona que las vio con vida. No obstante, al regresar algo más de hora y media después se percató que en el piso que ocupaba su hermana Pilar Campos Loren, de 45 años, las llaves estaban colocadas de una forma diferente a como estaban casi siempre que había alguien en el interior del domicilio. Aún así, no le dio mayor importancia al hecho, pensando que tal vez ambas mujeres hubiesen ido a misa.
Algo más de hora y media después del paso por el inmueble en el que residían las dos féminas, llegó a su casa el marido de Pilar, quien no pudo acceder a su propia casa. Fue entonces cuando llamó a su cuñado, José Manuel, quien se dirigió al lugar con la intención de averiguar lo que sucedía, pues le resultaba realmente extraño la prolongada ausencia de su hermana y de su madre.
Tendidas sobre un charco de sangre
Ambos hombres miraron a través de una cristalera que daba a la cocina y allí contemplaron horrorizados y estupefactos los cuerpos de ambas mujeres en medio de un gran charco de sangre. Se percataron que el autor o autores del doble crimen habían arrastrado los cadáveres, dejando un rastro de sangre en el suelo, formando un ángulo recto. Aquella operación tal vez obedeciese al hecho de que no obstaculizasen el cierre de la puerta de la cocina. Inmediatamente, dieron aviso a la Guardia Civil, que se personó en el lugar de los hechos a fin de obtener pruebas para el esclarecimiento del doble crimen que amargaría las fiestas navideñas a la totalidad de los vecinos de Caspe.
Las fuerzas del orden centraron sus investigaciones en el círculo próximo a las víctimas, pues todo indicaba que el doble crimen había sido perpetrado por un familiar o conocido de las víctimas, quienes tenían la cabeza literalmente destrozada, pero sin presentar heridas en el resto de su cuerpo. Llegaría a sospecharse de si el autor del asesinato les habría facilitado previamente algún hipnótico o sustancia tranquilizante, pues no había signos de lucha en el escenario de la matanza. Todo indicaba a que el suceso, ocurrido a media tarde de aquel 19 de diciembre, se había producido de una forma muy rápida en un breve lapso de tiempo.
En tanto no se detuvo al investigador, se le tomó declaración al hermano e hijo de Casilda Loren Bailo, de 75 años, la otra víctima mortal del suceso, así como a su yerno, aunque muy pronto se desecharía su participación en el sangriento acontecimiento. De la misma forma, también se se desechó que tuviese algo que ver con antiguos clientes del negocio que ambas habían regentado durante muchos años, la fonda «La Oriental», un conocido negocio hostelero de la localidad de Caspe por el que habían pasado centenares de personas de toda clase y condición.
A consecuencia de este desgraciado episodio, una gran psicosis y miedo se apoderó de los caspolinos, no habituados a este tipo de hechos. En las ferreterías se agotaron los cerrojos y cerraduras, ya que se temía que por la localidad vagase algún peligroso depravado que pudiese volver a actuar nuevamente, aunque, por fortuna, eso no ocurriría.
Detención del hijo y nieto
Tras una incertidumbre que se prolongó durante varias jornadas en las que la tensión y los nervios se apoderaron de los vecinos de Caspe, el día anterior a la nochebuena de 1974 sería detenido José Manuel Navales Campos, un joven de 18 años, hijo y nieto de las dos mujeres asesinadas. Calificado por la prensa como «taciturno y retraído», era un muchacho considerado aparentemente normal, aunque con graves problemas de salud física, ya que con tan solo 13 años se le había extraído un riñón, circunstancia esta que le provocaba graves alteraciones, pues, según él mismo afirmaba, los médicos ya lo habían desahuciado y apenas le quedaría un año de vida por aquel entonces, siempre según sus propias palabras.
Su detención provocaría una gran sorpresa en el vecindario, ya que, a pesar de la dolencia que le aquejaba, estaba considerado como una persona que solía pasar inadvertida. Recientemente se había matriculado en la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Zaragoza, después de haber aprobado el acceso a la Universidad. En aquel entonces, aunque se encontraba de vacaciones de Navidad, estaba residiendo en el Colegio Mayor Universitaro «La Salle» de la capital maña, en el que compartía habitación con otro interno. Sus compañeros de residencia lo definían como una persona introvertida que solía pasar inadvertido.
Su detención se produjo a las siete de la tarde del 23 de diciembre de 1974 cuando casi nadie esperaba novedades en las últimas horas, pues al autor del doble crimen se le había visto paseando por las calles de la localidad en la misma tarde en que fue detenido. Tras reconocer el crimen y manifestar que les había sacudido con un martillo a las dos mujeres, José Manuel Navales sería ingresado en la enfermería de la Prisión Provincial de Zaragoza.
El móvil del doble crimen habría estado motivado a consecuencia de la grave enfermedad que afectaba al hijo y nieto de las víctimas, pues algunos médicos corrobarían que su estado era prácticamente irreversible, esperándose un fatal desenlace en un tiempo muy próximo. La dolencia provocaba grandes crisis del estado de ánimo de José Manuel Navales, quien era plenamente consciente de que su vida se apagaba.
En los primeros días del mes de junio del año 1975, el doble asesino de Caspe sería trasladado desde la Prisión Provincial de Zaragoza hasta el Hospital Psiquiátrico de Carabanchel, en Madrid, donde terminaría sus días, dado el grave estado de salud que presentaba cuando había dado muerte a su madre y su abuela en aquellas Navidades que fueron inolvidables para caspolinos y no precisamente por lo entrañable que pudiesen resultarles aquellas fechas.
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