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Asesina a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra en San José del Valle (Cádiz) - Historia de la Crónica Negra

Asesina a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra en San José del Valle (Cádiz)

Noticia del trágico suceso en el semanario «El Caso»

Quizás fuese uno de los últimos retazos de aquella España negra, que se deslizaba hacia los últimos meses de vida del anterior jefe del Estado, quien su decrépito estado le hacía parecer un zombie cuando no un fantasma de otro tiempo, cuya caducidad estaba ya a la vuelta de la esquina. Aquel país en el que se habían operado notables cambios en las últimas décadas todavía conservaba muchos rasgos de su rico acervo rural, pues España era un país que todavía estaba muy impregnada de un muy agradable olor a pueblo.

En ese clima, en el que el país se enfrentaba a un incierto futuro, se produciría uno de los sucesos más impactantes de la década de los años setenta, que serviría de preámbulo a la matanza de los Galindos, aunque sin alcanzar la repercusión mediática a la tragedia ocurrida en el cortijo sevillano. Apenas veinte días separan un hecho con el otro. Y supusieron el triste colofón de la llamada «España en blanco y negro», aunque esta se quede solamente con la parte más oscura.

Un hombre «raro»

El principal personaje de esta historia ocurrida en la madrugada del 29 de junio de 1975, festividad de los santos Pedro y Pablo cuando la fecha todavía era festiva en España, es un individuo que respondía al nombre de Salvador Almarcha Murcia, de 46 años, considerado un sujeto verdaderamente raro, quien supuestamente sufría algún tipo de patología mental. Se dice que la paranoia estaba haciendo estragos en su cabeza y padecía unos injustificados celos acerca de las presuntas infidelidades de su esposa que solo figuraban en su mente. Este hombre, natural de la localidad alicantina de Villena, llevaba una dieta vegetariana en un tiempo en el que este tipo de prácticas eran poco menos que desconocidas en España.

En sus extraños delirios llevó toda su familia, considerada también rara. Se relacionaban muy poco con el resto del vecindario. Sus hijas, todavía muy niñas, solamente se relacionaban lo justo con sus compañeras de colegio. Incluso se les ha llegado a relacionar con prácticas propias de algunas sectas, dado el carácter huraño y extremadamente reservado que presentaba aquella extraña familia. Tal vez los celos patológicos o su forma distorsionada de interpretar la realidad fueron, en opinión de algunos expertos, las causas de una tragedia que todavía sigue presente, al igual que hace casi medio siglo, en las mentes del vecindario de San José del Valle, que entonces, y hasta 1995 -que se constituyó en municipio independiente-, era una pedanía de Jérez de la Frontera.

Algunas personas que conocían ciertos detalles sobre la familia manifestarían a posteriori que la tragedia tal vez se mascase en el ambiente por el extraño carácter de un individuo que era extremadamente susceptible, pues había desafiado a algunos hombres del pueblo por la supuesta relación que mantenían con su mujer, llegando incluso a intentar a estrangular a uno de ellos a quien el consideraba que era el amante de su esposa. Fue esta última la que impidió que terminase con la vida de quien él estaba convencido, en falso, que le ponía los cuernos.

La matanza

Aunque se ha dicho muchas veces y así lo recogía la prensa de la época que Salvador Almarcha Murcia había sufrido lo que comúnmente se conocía como «enajenación mental», que todo hay que decirlo es un simple término jurídico que trasladado al lenguaje de la ciencia médica se traduciría como un brote psicótico, una reacción que sufren algunas personas como consecuencia de algunas patología mentales de carácter muy grave. Sin embargo, este extremo jamás ha quedado acreditado. Los testimonios de los agentes de la Guardia Civil, así como los perceptivos informes realizados por diversos especialistas sostienen que este individuo actuó de una forma que parecía premeditada y que, en apariencia, no se le habría escapado ningún detalle.

En los días previos al cuádruple crimen, Salvador y su esposa Rosa Flores Valderas, de 47 años, mantuvieron un duro enfrentamiento que llevaría a esta última a pasar una noche en un hostal de la localidad en compañía de una de las hijas de la pareja. Este es el preámbulo a lo que iba a ocurrir en la madrugada de un domingo que teñiría de sangre a la comarca de Jerez de la Frontera.

El cuádruple asesino trabajaba en una empresa azucarera radicada en Jerez. Había acudido a su puesto de trabajo como habitualmente hacía casi siempre en el turno de noche. Llegaría en plena madrugada a su domicilio y allí le daría muerte a su esposa, en el mismo lecho conyugal, con un arma blanca, cosiéndola literalmente a puñaladas. Su cadáver, según los datos de la autopsia, presentaba más de una decena de cuchilladas, dejando completamente impregnado de sangre el jergón sobre el que se aposentaba. Impresionó también de sobremanera a quienes estuvieron presentes en el lugar el color rojizo del que se había teñido unas paredes que antes estaban completamente encaladas.

La segunda de sus víctimas sería una de sus hijas, concretamente la mayor, María del Pilar Almurcha Flores, de doce años. La pequeña fue sorprendida por el asesino en pleno éxtasis sanguinario. Aunque la autopsia apuntó a que le presentó una cierta resistencia a su padre, finalmente tuvo que ceder ante aquel desalmado. La otra niña, Rosa María, de nueve años, intentó huir de las garras asesinas de su progenitor, aunque sin éxito, escapando de casa. Cuando había recorrido, en camisón, un tramo de poco más de cincuenta metro fue alcanzada por el criminal, quien tampoco tuvo piedad para con ella. A la pequeña casi le seccionó la cabeza del impresionante tajo que le proporcionó. Después llegó su cuerpo en brazos y lo depositó en la cama que se reservaba para el matrimonio y la situó al lado de su hermana.

Los gritos y el terror que se vivían en aquella casa no dejaron indiferentes a ninguno de sus moradores. La última víctima sería su suegra, Josefa Valderas Castro, de 75 años quien, presa del pánico y ante el deploraba panorama que se estaba produciendo en aquella humilde vivienda, salió a la calle implorando el auxilio de unos vecinos que permanecían ajenos al terror desatado por un hombre del que nunca se sabrá lo que le pasó por su cabeza para encenagarse de esa manera en un cruel espectáculo. Fueron precisamente sus alaridos de socorro lo que la convertiría en la cuarta víctima de Salvador Almurcha. Su cadáver aparecería tirado en el porche de la casa.

La saña empleada contra las víctimas fue tal que, en un momento dado, al agresor le rompió la hoja del cuchillo con el que le había dado muerte a sus dos primeras víctimas, siendo encontrada luego por los forenses que le practicaron la autopsia a los cuatro cadáveres. Fue entonces cuando se vio obligado a recurrir a una navaja para terminar con su macabra hazaña y que causaría un estupor que llega a nuestros días en San José del Valle.

Entrega a la Guardia Civil

Una vez hubo concluido con su bárbaro y salvaje cometido, Salvador Almurcha Murcia se entregaría en el puesto de la Guardia Civil de San del Valle en torno a las siete de la mañana, no sin antes tener la suficiente sangre fría para asearse y acicalarse, cambiando sus ensagrentadas ropas por otras más decentes. A decir de quienes estuvieron en el lugar de los hechos, entre ellos algunos agentes que hicieron declaraciones al podcast «Puerta a lo desconocido», jamás pudieron olvidar la dantesca escena de la bañera blanca literalmente cubierta de sangre. Uno de los miembros de la Benemérita que tuvo que custodiar de Salvador Almurcha llegó a manifestar que jamás volvió a adquirir la marca de colonia «Varon Dandy», por el macabro recuerdo que le traía del homicida, quien se empapó de este conocido afther shave tras haber perpetrado los cuatro asesinatos.

Ya en el calabozo de la Guardia Civil, el cuádruple asesino iría enfriando su furor criminal y comenzaría a reconocer los hechos, así como a percatarse de la salvajada que conmocionaría a generaciones de jerezanos y gaditanos en particular. En el momento en que pasaba a disposición judicial, un gran muchedumbre de vecinos se agolpó a las puertas del cuartel solicitando su linchamiento sin juicio previo.

Aunque en su historial figuraban bastantes antecedentes psiquiátricos, siendo tratado por dos grandes especialistas en la materia de la provincia de Cádiz, lo cierto es que cuando Salvador Almurcha fue sentenciado a muchos años de cárcel se tuvo mínimanete en cuenta su historial médico, ya que sería enviado a prisiones que albergaban a presos comunes. Estuvo destinado, en un principio, en el Puerto de Santa María. Posteriormente sería trasladado a la de Carabanchel. Sería en esta última en la que se produjo su deceso en unas circunstancias que jamás han estado del todo claras. Su muerte está fechada el 15 de agosto de 1979, cuando aún contaba con solamente 50 años. Se barajó la hipótesis del suicidio o incluso que otros internos le hubiesen dado muerte. Lo cierto es que su óbito, al igual que su rara existencia, sigue rodeado de un gran misterio.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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