Historia de la Crónica Negra

Asesina a cuatro personas en dos crímenes perpetrados con 18 años de diferencia

El triple crimen tuvo lugar en la localidad mallorquina de Algaida en el año 1957

Una vez más, nos encontramos con sujetos que jamás aprenden de su oscura experiencia en el pasado. Uno de esos energúmenos fue Gabriel Axartell Cifre, quien no tenía reparos ni el menor remordimiento posible a la hora de acabar con la vida de quien fatalmente se encontraba en su camino. El móvil de sus crímenes siempre fue el dinero y no titubeó en emplear una escopeta a la hora de terminar con la vida de quienes se convertían en su dramático objetivo.

Las navidades del año 1957 estarían teñidas de sangre en las Baleares, con un horroroso triple crimen de los que no se olvidan jamás, dejando una huella indeleble entre los vecinos de Algaida, un municipio situado en el centro sur de la isla de Mallorca, que en aquel entonces contaba con poco más de 4.000 habitantes. Por aquel entonces un ganadero de la zona Mateu Verd Verd, de 72 años de edad, había cobrado una sustanciosa cantidad de dinero para la época por la venta de unos pavos, que eran el plato estrella de la época en que se encontraban. La cifra ascendía a casi 10.000 pesetas que, si bien no eran una fortuna, permitían vivir desahogadamente durante algún tiempo. No obstante, aquel dinero se iba a convertir en la causa de su inesperado deceso cuando un individuo, de quien decían que sufría algún tipo de patología mental, se cruzaría trágicamente en su camino en el día anterior a la nochebuena de aquel año.

El ganadero convivía en su mismo domicilio con su hermana Margarita, quien sufría una parálisis que le afectaba a gran parte de su cuerpo y su cuñada Joana Oliver. Aquel 23 de diciembre de 1957 recibieron la inesperada y truculenta visita de un hombre joven, que entonces contaba con tan solo 21 años de edad, Gabriel Axartell Cifre, de quien se decía que era analfabeto, muy bruto y cuya capacidad intelectiva estaba muy puesta en tela de juicio por quienes le conocían. El muchacho irrumpió bruscamente la vivienda y disparó a quemarropa con una escopeta de caza en contra de Mateu Verd, quien falleció prácticamente en el acto. Posteriormente le arrebató el dinero que llevaba encima. Pensando en que tal vez las otras dos personas que residían en aquella misma vivienda de la finca de Can Campanet no dudó en aplicarles el mismo método que había hecho con quien llevaba las riendas de la casa. De hecho, la Guardia Civil localizaría en tres estancias distintas los cuerpos de las tres víctimas, lo que daba a entender claramente que el asesino había recorrido el inmueble en la búsqueda de posibles e incómodos testigos para cuando las autoridades decidiesen actuar.

Detención

Los agentes de la Guardia Civil pusieron en el punto de mira a aquel muchacho joven desde el primer instante, quien sería detenido al día siguiente de haber perpetrado el triple crimen que aterraría a las Islas Baleares en las fiestas navideñas de 1957. A pesar de su supuesta debilidad mental, de la que se haría eco la sentencia, sorteó inicialmente los duros interrogatorios a los que fue sometido. En sus declaraciones aducía a «simples casualidades» a las contundentes pruebas que lo incriminaban como posible autor de aquella masacre ocurrida en la casa de un honrado ganadero. En su poder habían hallado 9.000 pesetas, de las que no pudo ofrecer ninguna explicación acerca de su procedencia. Los investigadores estaban plenamente convencidos, como así era, de que aquel dinero había sido el móvil del crimen y que le había sustraído a una de sus víctimas.

Casi una semana después de haber perpetrado el horrible crimen, Gabriel Axartell se derrumbaba y terminaba por confesar su autoría. Sería ingresado en un psiquiátrico por orden judicial del que protagonizaría una sonada huida en el año 1961. Con un grillete en una mano y la otra vendada tomaría un taxi con el que desplazaría hasta una localidad próxima. Ya, en el punto de destino, le confesaría la verdad al taxista, a quien dijo además que no le podía pagar más de 200 pesetas, pues acababa de salir de un manicomio. Apenas unos días más tarde sería apresado por la Guardia Civil, que lo devolvería al lugar del que se había fugado.

En noviembre del año 1962 se celebró el juicio en su contra. Aunque rondó la posibilidad de que fuese condenado a muerte, los magistrados desecharon esta posibilidad debido a la supuesta enfermedad mental que le aquejaba, avalada por psiquiatras que lo habían atendido. Además de tener que hacer frente a una importante responsabilidad civil, el triple criminal de Algaida sería condenado a 60 años de cárcel, veinte por cada una de las víctimas que había dejado en su trágico peregrinar. Sin embargo, apenas cumpliría poco más de catorce años, siendo puesto en libertad a comienzos de la década de los setenta. Se vuelve a observar en este caso el mito de la supuesta ejemplaridad de las penas durante el franquismo, salvo claro está si el reo era sentenciado a muerte.

Cuarto asesinato

Los años de prisión y su maltrecha vida no contribuyeron a que enderezase el rumbo de su existencia, volviendo a las andadas en enero del año 1975. El triple criminal de Algaida se había instalado en la localidad mallorquina de Llucmajor, muy próximo a la localidad en la que había perpetrado la tragedia del año 1957. Allí trabajaba como vigilante de una finca. No se sabe como ni cómo no, Axartell entablaría amistad con Antonio Fuster, un hombre de 58 años de edad, que se dedicaba a la venta ambulante de lotería y que era un gran aficionado a la numismática. Su verdugo le tendió una trampa diciéndole que tenía unas monedas muy antiguas que podrían ser de su interés y que estaba dispuesto a deshacerse de las mismas por la cantidad de 30.000 pesetas.

El criminal y su victima concertarían una cita en un paraje completamente desierto a dos kilómetros de Llucmajor: Los familiares de este último le habían advertido del riesgo que representaba, pues no conocía prácticamente de nada al supuesto vendedor de monedas. Sin embargo, Antonio Fuster acudió con total tranquilidad confiado en la nobleza de aquel individuo. Le seguía de cerca un yerno suyo, a quien había hecho levantar suspicacias la cita en un lugar completamente inhóspito y en el que podía ocurrir cualquier cosa. La fecha elegida era el 25 de enero de 1975, sábado, para más señas. El supuesto vendedor de monedas lo único que llevaba consigo era una escopeta de cañones recortados, que previamente había sustraído. Sin pensárselo dos veces, Gabriel Axartell empuñó el arma y disparó hasta dos veces sobre su víctima, a quien requisó la cantidad de 33.100 pesetas. Su yerno fue testigo, a cierta distancia, del asesinato de su suegro, sin que pudiese hacer nada por evitarlo. Solamente pudo informar a la Guardia Civil de lo acontecido.

En octubre de 1976 se celebraría el juicio por el último crimen cometido por el psicópata mallorquín. Sería sentenciado en un principio a pena de muerte, que, finalmente, sería condonada al apreciar el tribunal «una debilidad mental con psicopatía», recibiendo como pena accesoria 20 años de reclusión mayor, además de tener que indemnizar a los herederos de su última víctima con la cantidad de 700.000 pesetas, aunque, como casi siempre sucede en estos casos, es de suponer que el criminal fuese insolvente.

Tras el último crimen, se le pierde definitivamente al peligroso psicópata Gabriel Axartell Cifre, el hombre que tiñó de luto la isla de Mallorca con dos horrendos crímenes cometidos con apenas 18 años de diferencia. Que se sepa no ha vuelto a delinquir. Es más, de vivir en la actualidad este hombre se aproximaría ya a los 90 años, aunque visto su trágico historial no sería de extrañar que volviese a las andadas por que era el clásico individuo que jamás aprendió de sus muchos errores que costaron nada más y nada menos que la vida de cuatro inocentes.

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