Una mujer ahoga a sus cuatro hijos en una balsa de agua en Alcaraz (Albacete)

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El suceso ocurrió en la pedanía de El Jardín en 1968

La España de la segunda mitad de los años sesenta era todavía un país muy rural, pobre y atrasado en el que la única solución para prosperar se encontraba en la emigración hacia las grandes ciudades, quienes comenzaban a experimentar un auge notorio al que no era ajeno el éxodo rural, que representaba una tibia posibilidad de ganarse la vida algo más dignamente que detrás de una yunta de bueyes y un arado. Se solía decir con mucha frecuencia que «aquí no sucedían cosas» o «el que la hacía la pagaba». pero no dejaban de ser frases hechas que terminaron por convertirse en descafeinados tópicos que el paso del tiempo se ha encargado de desenmascarar de forma def initiva.

En aquel submundo rural apenas sucedían acontecimientos de interés, pero en ocasiones sí ocurrían hechos. Algunos de una magnánima gravedad y descorazonaban su apacible ambiente, al tiempo que sacaban del anonimato a algunas localidades que, de otra forma, difícilmente pudiesen copar alguna página en los principales diarios del país. Uno de esos trágicos episodios se produciría en la pedanía albaceteña de El Jardín, en el municipio de Alcaraz, al este de la provincia manchega. Allí, un ya lejano 14 de marzo de 1968 aparecerían los cuerpos de cuatro niños en las inmediaciones de una fuente, en una balsa de agua empleada para el riego de ocho metro de diámetro y 1,30 de profundidad. Fue aquel un suceso que conmovería a todo el vecindario de la localidad, cuyo censo apenas alcanzaba los 500 vecinos y que se vería profundamente consternada por tan dramático episodio, máxime cuando quien lo había cometido era la propia madre de los niños, Magdalena Gómez García, una mujer de 42 años que sufría una patología mental de carácter grave, en aquel entonces muy estigmatizadas y gozaban de muy mala prensa entre la población en general.

El trágico y aterrador suceso había tenido un preámbulo el día anterior en el que la vivienda en la que residía la familia había sufrido un incendio, a consecuencia del cual quedó prácticamente destruida en su totalidad, quedando reducidos a cenizas y escombros las escasas pertenencias y enseres de lo que aquella humilde familia disponía. Sin embargo, nadie achacó aquel suceso a la voluntad de Magdalena Gómez García, sino que, en un principio se atribuyó a causas fortuitas. La rápida intervención vecinal evitó, en primera instancia, la muerte de los ocupantes del inmueble, quienes pasarían la noche en la casa del suegro de la mujer.

Muy temprano

Al día siguiente de haber puesto fuego a la casa en la que residía, Magdalena Gómez se levantaría muy temprano, en torno a las ocho de la mañana, en compañía de sus hijos, con el pretexto de llevarlos a pasear. A dónde realmente se dirigiría era hacia una fuente localizada en el lugar conocido como Villaverde, donde a su vez existía una balsa de agua de considerables dimensiones y que se empleaba para el riego de fincas. Allí arrojaría a los cuatro pequeños a su interior, María, de nueve años -quien opuso más resistencia, tal y como de demostraría posteriormente; Adoración, de siete, y los benjamines de la familia, una pareja de gemelos, Josefina y Antonio, de tan solo cinco años de edad.

Después de haber dado muerte a sus pequeños, Magdalena Gómez intentaría suicidarse arrojándose al paso de un camión, en la Carretera General de Albacete a Jaén. Por fortuna para ella, el conductor consiguió esquivarla, evitando así un atropello que probablemente le hubiese costado la vida. Aún así, la parricida resultaría herida y sufriría algunas contusiones. Sería también el mismo camionero quien la subió a la cabina de su vehículo y la trasladó hasta El Jardín, algo más de dos horas después de haber perpetrado el cuádruple crimen. En un principio, la mujer se resistía a abandonar al camión que la había trasladado y hubo de ser convencida por algunos vecinos, quienes se encontraban alarmados ante su ausencia y la de los pequeños.

En estado de exasperación y con las ropas empapadas de agua, algunos vecinos le preguntaron a qué causa obedecía el aspecto que presentaba, a lo que ella respondió que había tenido que cruzar un río, pero se daba la circunstancia de que por aquella zona no existe ningún cauce fluvial, al tiempo que le preguntaban también dónde se encontraban sus hijos. Aquellos detalles no hicieron más que alarmar todavía más a quienes las conocían, entre ellos a un primo de su suegro, José Antonio Simarro y a Antonio Boluda, un emigrante oriundo del pueblo que se encontraba ocasionalmente en el lugar para asistir a unos funerales.

Es a partir de ese momento cuando se inicia una búsqueda desesperada de los niños, conocedores algunos de ellos del supuesto estado mental de Magdalena Gómez, quien padecía fuertes depresiones desde hacía un par de meses como consecuencia de haber perdido al quinto hijo que esperaba, por causa de un aborto espontáneo. Entre quienes forman parte del improvisado dispositivo para dar con el paradero de los pequeños se encuentra Anastasio Gómez, el padre de la parricida, quien se dirige al lugar conocido como «Fuente Mateo», en unos terrenos pertenecientes a la familia que sufrió el trágico percance, que es el primero en descubrir el cadáver de uno de sus nietos, concretamente de la niña mayor, que aparece flotando en el agua, aunque en un principio no llega a sospechar que su hija se encuentre detrás de aquella dantesca escena. llegando a suponerse que Magadalena tal vez hubiese sufrido un accidente.

El hombre, presa del pánico y el terror que le había causado la escena, exhausto y corriendo a pesar de que ya está entrado en años, se dirigiría hacía la caseta que de la central eléctrica, que se encontraba en las inmediaciones de una carretera, para dar cuenta de que sus cuatro nietos han perecido ahogados como consecuencia de un desgraciado accidente. La persona que atendía aquellas instalaciones lo puso inmediatamente en conocimiento de las autoridades, quienes se trasladaron hasta el lugar de autos para comprobar lo que realmente había acontecido.

La Guardia Civil se encargaría de esclarecer lo que realmente había pasado, después de someter a un interrogatorio a Magdalena Gómez, quien acabaría por derrumbarse y confesar la verdad con todos los pormenores. Debido a que ya se rumoreaba que sufría alguna enfermedad mental, la mujer sería trasladado al antiguo manicomio provincial de Albacete, en el que permanecería custodiada durante varios días.

Aviso al cabeza de familia

Después de haberse producido el luctuoso suceso, se informó del mismo al padre de los pequeños, José Antonio Cuerda Aguilar, de 43 años de edad, quien se encontraba trabajado en la localidad valenciana de Paterna. Para ello, se le cursaría un telegrama, así como una llamada telefónica en la que se le informaba de lo ocurrido. El hombre manifestaría que su esposa no había vuelto a ser la misma desde que sufriera de forma espontánea y totalmente involuntaria un aborto que le privó del que sería su quinto vástago. También diría que hacía toan solo dos días que había partido con destino a las tierras valencianas y que su misma esposa le advirtió que se encontraba «muy enferma», aunque jamás se pudo imaginar que la mujer pudiese perpetrar tamaña barbaridad como la de dar muerte a sus cuatro hijos. Asimismo, negaría que Magdalena Gomez sufriese ningún tipo de episodio psicótico del que él tuviese conocimiento.

El entierro de los cuatro pequeños constituiría toda una manifestación de duelo que reuniría, no solo a los vecinos de la pequeña localidad de El Jardín, sino que se trasladarían personas procedentes de toda la provincia de Albacete y otros territorios limítrofes, siendo este uno de los capítulos más trágicos que se recuerdan en la historia de la crónica negra de la provincia manchega.

Debido a que como se encargarían de demostrar posteriormente distintos profesionales de la psiquiatría Magdalena Gómez sufría graves alteraciones mentales, compatibles con un cuadro de esquizofrenia paranoide, no diagnosticada con anterioridad, que le anulaba sus facultades intelectivas y volitivas, la autora del cuádruple crimen de la pequeña pedanía albaceteña permanecería ingresada durante bastantes años en el antiguo Manicomio Provincial, en el que cumpliría la condena que le fue impuesta.

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