Asesina a su hija y a su yerno y hiere a otras cuatro personas en un pueblo de Toledo

Agentes de la Guardia Civil en el lugar de los hechos. REVISTA BISAGRA

En algunas localidades que son muy tranquilas a veces suceden hechos insospechados e inesperados para su vecindario que les llevan a copar las primeras páginas de diarios y revistas del país. Uno de esos acontecimientos ocurriría en la pequeña localidad toledana de Val de Santo Domingo, un municipio que apenas cuenta con un millar de habitantes, cuyo vecindario se vería trágicamente sorprendido al anochecer del viernes, 18 de mayo de 1990, cuando uno de sus residentes se atrincheró en el chalet que era propiedad de su hija y la emprendería a tiro limpio con todo el que osase cruzarse en su camino. Para reducir la actitud de aquel hombre hubo de trasladarse hasta el lugar de autos la Unidad de Intervención de la Guardia Civil, quien a duras penas consiguió rendir a Carmelo Sáenz Hernández, un sargento jubilado del Ejército de Tierra que había servido en la División Azul en sus años mozos. Durante siete horas, desde las nueve de la noche hasta las cuatro de la madrugada, los residentes del pequeño municipio castellano contuvieron la respiración hasta que por fin aquel hombre, malherido en un intento de suicidio, depuso su agresiva actitud, totalmente inesperada y absolutamente inusual en él a decir de quienes le trataban. Por el camino había dejado dos muertos y otras cuatro personas heridas.

En aquel anochecer de un día de primavera ya muy próximo al verano, Jesús López López y su esposa Rosario Sáenz Arpón, charlaban animadamente con otro matrimonio vecino suyo sobre asuntos triviales cuando repentinamente escucharon un gran jaleo que procedía del chalet que habían construido los primeros hacía muy poco tiempo. Inmediatamente se dirigieron hacia su vivienda siendo recibidos a tiros de carabina por Carmelo Sáenz, quien con tan solo dos certeros disparos acabó con la vida de su hija y el compañero sentimental de esta, quedando sus cadáveres tendidos sobre un gran charco de sangre al ser alcanzados de lleno en la región abdominal. La mujer contaba con 45 años de edad, en tanto que el hombre era cinco años mayor que ella. La esposa del antiguo militar Josefa Arpón Ochoa lograría milagrosamente escapar de la sinrazón de su marido, a pesar de que recibió un disparo que le ocasionó heridas en la espalda.

Mientras tanto, el pueblo, convertido en el indeseado escenario de una película de acción pero con toda su realidad y crudeza, asistía atónito a la ira de un hombre que tal vez no se encontrase en su sano juicio. Tras dar muerte a su hija Rosario y al hombre que convivía con ella, Jesús López, protagonizaría un dramático episodio que se prolongaría durante siete horas, hasta las cuatro de la madrugada del sábado, 19 de mayo de 1990. Inflexible en su postura, se negó en todo momento a dialogar con los agentes de la Guardia Civil quienes se habían acercado desde las localidades de Madridejos, Puebla de Montalbán, Torrijos y Toledo para intentar reducir al antiguo divisionario, quien mientras tanto se jactaba de su sensacional puntería.

Dos guardias y un sacerdote heridos

El primero que se acercó a Carmelo Sáenz para tratar de convecerlo para que depusiese su actitud fue el cura párroco del pueblo Antonio Campos García, quien, lejos de conseguir su propósito, resultaría herido levemente en un brazo convirtiéndose así en una víctima del suceso. Tampoco los miembros de la Benemérita fueron capaces de conseguir que aquel hombre recapacitase. Intercambiarían con él una serie de disparos que iban dirigidos a las extremidades inferiores del atrincherado, quien haciendo una vez más prueba de su buena puntería provocaría dos bajas entre las fuerzas del orden. A raíz del intercambio de disparos resultarían heridos, aunque no de gravedad, Joaquín Hernández Pérez y José David Pérez Bodas, ambos miembros de la Guardia Civil.

Fue entonces, una vez comprobada la irreductibilidad del viejo militar, cuando entraría en escena la Unidad de Intervención de la Guardia Civil, un cuerpo que sería el equivalente de los GEOs en la Benemérita, que se desplazaría desde Madrid hasta la pequeña localidad toledana. A pesar de todo, la resistencia que mostraba aquel septuagenario parecía auténticamente numantina y no sería hasta bien entrada la madrugada cuando por fin consiguieron que se rindiese. Eso sí, malherido. Al parecer había dicho que le quedaba una última bala que sería para él. Con la carabina se dispararía en la boca, aunque no fallecería en el acto. Su óbito se produjo algún tiempo después cuando se encontraba ingresado en el Hospital Provincial de Toledo, al que fue trasladado en estado muy grave.

Problemas económicos

La raíz de aquel grave suceso hay que buscarla en las dificultades económicas que atravesaban la pareja compuesta por Rosario Sáenz y Jesús López López, quienes -según indicaron algunos allegados a la familia- retiraban constantemente dinero de la cuenta en la que figuraba como titular Carmelo Sáenz. El día de autos supuestamente se habrían hecho con un talón por valor de 60.000 pesetas (360 euros al cambio actual). Esa dinámica la habían iniciado algún tiempo antes, pues habían llegado a la zona procedentes del cercano municipio de Escalona. Habían levantado un chalet, en el que se produjo la tragedia, en el que residían, pero que todavía no estaba terminado de construir en su totalidad. Al parecer, la pareja adeudaba grandes cantidades de dinero a distintos operarios que habían prestado sus servicios en su pequeña mansión. En vista de que las dificultades económicas crecían decidieron atraerse a los padres de Rosario hasta Val de Santo Domingo. Hasta aquel momento el matrimonio mayor había residido entre Puebla de Montalbán y la capital de España.

Algunos vecinos declararon a diversos medios de comunicación de la época que el autor de las dos muertes había manifestado en reiteradas ocasiones su malestar con el proceder de su hija y su compañero sentimental, ambos respectivamente separados de sus primeras parejas y padres de una hija la mujer y dos el hombre con sus anteriores cónyuges. Carmelo Sáenz habría comentado a algún vecino que su hija y su yerno le habrían sisado la nada despreciable cantidad de cinco millones de pesetas de la época (30.000 euros al cambio actual), si bien es cierto que estaba considerado como una persona agradable y gentil que jamás había tenido problema alguno con sus vecinos, al tiempo que le consideraban incapaz de hacer daño a nadie.

Las dificultades financieras de Jesús López López obedecían a su afán por introducirse en algunos negocios que nunca terminaron de funcionar. Así, últimamente regentaba un puesto en la plaza de abastos de la localidad, además de poseer una panificadora, que era la base sus ingresos y con la que repartía pan por la comarca. Supuestamente también era aficionado al juego, aunque con bastante suerte, pues había ganado diez millones de pesetas en el sorteo de la Lotería de Navidad el año en que el «Gordo» cayó en la ciudad toledana de Talavera. Asimismo, también había sido agraciado recientemente por aquel entonces con el primer premio en un sorteo de la ONCE. Sin embargo, la mala suerte en sus negocios terminaría por quebrar su fortuna, que aciagamente se vería interrumpida de forma abrupta en una tarde de primavera, situando en el mapa a un precioso pueblo de la provincia de Toledo y por un asunto totalmente distinto a los premios que deparan los juegos de azar.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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