Una niña asesinada en Punta Umbría (Huelva) por el recepcionista del hotel que regentaban sus padres
Como todos los casos en los que la víctima es un menor, sobra decir que es escabroso y hasta escalofriante, superando cualquier apelación descalificante que se le pueda atribuir. A todo ello se sumaría la incertidumbre en que a lo largo de diez días se sumó la localidad onubense de Punta Umbría, dónde todo el mundo se convirtió en sospechoso de un suceso que conmocionaría, no solo a la provincia de Huelva, sino también a España entera. Durante aquellas largas jornadas las calles de la esplendorosa localidad andaluza, muy concurrida en épocas estivales, se vieron invadidas de periodistas que se preguntaban sobre cual sería el incierto futuro de María del Carmen Carretero Gómez, una niña de nueve años, que se convertiría en la trágica protagonista de un suceso que con tan solo recordarlo parece producir escalofríos. Y no es para menos.
La pequeña María del Carmen despareció al atardecer del día 25 de octubre de 1985. Al ano aparecer a la hora de la cena, su madre solicitó del recepcionista del Hotel Emilio, establecimiento hostelero que regentaba junto a su marido, que fuese en busca de la niña, desconociendo que aquel mismo hombre era el autor de su involuntaria desaparición. Aquella misma tarde, la criatura había estado jugando con un primo suyo de trece años, con quien era habitual que departiese en sus ratos de ocio cuando no tenía que ir a la escuela o realizar otras actividades. Fue la casa y el entorno de su familiar el primero que se registró, pero sin obtener resultado alguno ni tampoco ninguna pista que condujese al paradero de la pequeña.
El padre de la niña, José Carretero, que se encontraba de viaje, regresaría de inmediato para incorporarse al operativo de búsqueda de su hijo. Debido a la ausencia de indicios, fue entonces cuando un grupo de buzos de la Guardia Civil decidió rastrear la ría, sin que tampoco se obtuviesen frutos de esta ardua indagación. Es más, los propios equipos especializados desecharían la posibilidad de que la pequeña cayese en el mar, ya que, por regla general, este suele devolver los cuerpos cuando han transcurrido 72 horas desde su caída accidental a las aguas.
Un olor nauseabundo
Cuando ya habían transcurrido diez días de la desaparición de la pequeña, una de las empleadas de la cafetería del hotel que regentaban los padres se dirigió a una de las casas que tenía la familia y que servía también de residencia veraniega debido a la afluencia masiva de turistas. Aquel mismo lugar ya había sido rastreado en otras ocasiones, pero sin ningún éxito. La empleada, que respondía al nombre de Reyes, detectó un terrible hedor que ella supuso que procedía de la habitación 44. Temerosa de lo que pudiese encontrarse, reclamó la presencia de otra compañera, Ángeles, quienes al abrir la puerta de aquel cuarto observaron un enjambre de mosca en una de las camas. El miedo pudo una vez más con ellas y decidieron llamar a su compañero Manuel Garfia para saber lo que realmente sucedía allí, aunque ya se temieron lo peor.
A ellos tres se sumaría un primo de la pequeña, Manuel Delgado Gómez. Entre los cuatro retirarían el colchón de la cama, bajo el cual aparecería el cuerpo de María del Carmen Carretero Gómez. Fue reconocida por las ropas que llevaba, pues su rostro estaba desfigurado a consecuencia de la descomposición que comenzaba a avanzar. Inmediatamente dieron aviso a la familia del macabro hallazgo. El padre de la pequeña, que se encontraba literalmente desesperado, regresaría inmediatamente desde Huelva, a donde había acudido a visitar a un vidente para que le ofreciese alguna pista acerca del paradero de su hija. Desgraciadamente, aquella incógnita se resolvió ese mismo día de la peor forma posible.
Junto a su cuerpo fue hallado un hilo de nailón, así como ocho cabellos, siete de hombre y uno de mujer. Una forense practicaría una primera autopsia en la que dictaminaría que la pequeña había fallecido estrangulada y que había sido violada. Por su parte, el mediático doctor Luis Frontela se encargaría de llevar a efecto una segunda necropsia en la que negaría que la pequeña hubiese sido violada, ya que según su investigación la rotura del himen se debió a la expulsión de gases. Tampoco coincidió en la causa de la muerte de la menor, que él atribuyó a la asfixia a la que fue sometida.
El estupor y la consternación se apoderarían de la preciosa localidad onubense, cuyos vecinos jamás recordaban un hecho similar. A lo largo de todos aquellos días se sucederían las condenas rotundas a tan macabro suceso que enturbiaba la tradicional armonía que se vivía en la zona, únicamente interrumpida, aunque afortunadamente no de forma trágica, en los meses estivales cuando miles de turistas procedentes de toda Europa se dan cita en sus magníficas y estupendas playas, así como en sus innumerables parajes que se encuentran junto al mar.
Como suele suceder en estos casos, las investigaciones de la Guardia Civil se dirigieron, en un primer momento, al entorno más próximo a la pequeña asesinada. Tanto sus familiares como sus amigos se convirtieron en una indeseada diana. Nadie se podría imaginar que el asesino estuviese tan cerca, aunque tardarían más de un mes en proceder a su detención, después de que la Guardia Civil hubiese estrechado el cerco sobre el mismo.
Detención
Tras someterlo a seis horas de arduo y trabajo interrogatorio, el día 5 de diciembre de 1985 era detenido Juan Carlos Clavijo Jiménez, de 28 años, separado y padre de una niña de cuatro años, el conserje del Hotel Emilio, propiedad de los padres de la pequeña asesinada, la primera persona a la que le había encomendado la madre de María del Carmen que acudiese en su búsqueda. Se llegó a decir que entre ambos reinaba un mal ambiente y que el autor de la muerte de la pequeña le llegaría a soltar «te vas a acordar de mí».
Posteriormente, en presencia de la jueza, Juan Carlos Clavijo negaría que fuese el autor de la muerte de la pequeña, aunque las evidencias halladas junto al cadáver demostrarían todo lo contrario. Según los informes forenses, tanto los pelos encontrados, como una fibra de una camisa que llevaba ese día el asesino que fue hallada en el cuerpo de su víctima, pertenecían al conserje del hotel, quien se encargaría de ordenar a su abogado que pusiese una querella contra los agentes de la Guardia Civil que, según él, le habían coaccionado y torturado para que confesase su asesinato. Sin embargo, había demasiadas evidencias en su contra.
Juicio
En medio de una gran expectación, en la segunda quincena de noviembre de 1986 se celebraría el juicio contra Juan Carlos Clavijo Jiménez por el asesinato de María del Carmen Carretero Gómez. Al igual que había hecho ante la jueza que le tomó declaración se decantó por proclamar una vez más su inocencia, atribuyendo a los métodos cerriles empleados por los agentes de la Benemérita la circunstancia de haberse declarado culpable. En el juicio también testificaría su ex-mujer, una joven de 22 años, quien manifestaría que su ex-marido la maltrataba y que no se había atrevido a denunciarlo por el miedo que despertaba en ella.
La sentencia provocaría una gran decepción en la sociedad de la época, pues el asesino solamente sería condenado a 17 años de prisión, 16 por el delito de asesinato y otro más por abusos deshonestos. Además, debería hacerse cargo de las costas del proceso e indemnizar con diez millones de pesetas a la familia de la niña asesinada, aunque se declaró insolvente. De la misma forma, tampoco se le permitía acudir a Punta Umbría mientras no hubiese resarcido en su integridad a la familia de la niña.
Disconformes con la condena que se le había impuesto, los padres de María del Carmen recurrieron al Tribunal Supremo, quien elevaría en cuatro años la pena impuesta por la Audiencia Provincial de Huelva. Al fin, algo era algo, aunque se nos antoja que no fue una sanción muy elevada para semejante barbaridad. Hoy en día, tal vez no se hubiese librado de la Prisión Permanente Revisable. Y sinceramente, creemos que se lo merecía.
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