Historia de la Crónica Negra

Un joven asesina y descuartiza a la esposa del empresario relacionado con el caso del aceite de colza

Angel Emilio Mayayo, el joven condenado por el asesinato y posterior descuartizamiento de María Teresa Mestre

Fue un impactante suceso que conmocionaría a la España de la década de los ochenta en el que se darían cita muchos ingredientes propios de una película de suspense, aunque con tintes muy macabros. Se especuló mucho en torno a este crimen, que incluso llegó a ser relacionado con las actividades empresariales de Enric Salomó, el empresario catalán condenado por la masiva intoxicación con aceite de colza que costaría la vida a varias decenas de personas. Surgieron teorías de la conspiración, nunca demostradas y solamente un condenado, un joven introvertido y solitario, cuyo nombre abriría los informativos de las principales cadenas de televisión y radio de aquella España que parecía estar tomando un nuevo rumbo, al tiempo que se consolidaba como un estado democrático.

A lo largo de quince días la familia Salomó-Mestre vivió con la incertidumbre de cuál podría ser el paradero de María Teresa Mestre, una mujer de 44 años, que había sufrido algunos problemas de salud que le habían hecho incluso requerir los siempre controvertidos servicios de curanderos en busca de algún remedio de carácter natural, quienes incluso llegarían a estar, aunque de una forma un tanto vaga, en el punto de mira de la Policía para tratar de resolver un asunto que se planteaba como un gran rompecabezas. En aquel mes de enero de 1984, cuando tuvo lugar el crimen, el clan familiar, intrigado por la suerte que podría haber tenido la segunda cabeza de familia, recibiría una carta escrita a máquina en la que le solicitaban 25 millones de pesetas en concepto de rescate. La misiva sería fundamental a la hora de resolver el caso.

Quince días después de la desaparición de María Teresa Mestre, el 24 de enero de 1984 trabajadores del servicio municipal de limpieza de Cambrils (Tarragona) encontraron en torno a las dos de la madrugada tres bolsas en las que había repartidos restos humanos. Después de dar cuenta a las autoridades del macabro hallazgo, los forenses dictaminaron que aquellos restos pertenecían a la mujer que había desaparecido el 9 de enero de 1984, concluyendo que se encontraban ante un crimen, cuyas causas se desconocían, a pesar de que se iniciaría un largo reguero de especulaciones al tratarse de la esposa de un empresario que en aquellos momentos se encontraban en prisión por su relación directa con el aceite de colza desnaturalizado que había costado la vida a varios centenares de personas en España, en tanto que otras sufrirían graves secuelas de por vida.

No sabía escribir a máquina

La carta que había dirigido el autor del crimen a la familia de María Teresa resultaría clave para solucionar el caso. El inspector encargado del mismo dedujo de sus investigaciones que quien había enviado la misiva no sabía escribir a máquina. Tras leerla y releerla insistentemente llegó a a la conclusión que quien realmente había dado muerte a la esposa del empresario de la colza era alguien próximo a la familia. Consideraba que se trataba de una persona joven, que muy probablemente fuese de confianza de la familia, principalmente de sus hijos, que se encontraban todos en torno a la veintena.

Unos días más tarde se dirigió a casa de un joven de veintidós años, Ángel Emilio Mayayo, quien no se encontraba en ese momento en el domicilio familiar. Le explicó a su madre que estaba investigando el asesinato de María Teresa Mestre y que precisaba una máquina de escribir para anotar algunos nombres. La mujer le facilitó la que habitualmente empleaba su hijo, así como unos folios que eran prácticamente idénticos al que se había utilizado para dirigir la carta a la familia exigiendo un rescate por la mujer. La investigación avanzaba y se iban atando cabos.

Antes de abandonar el domicilio del criminal, este llegó a casa, siendo entonces cuando el inspector amablemente lo invitó a tomar un café en el Hotel Gaudí, muy próximo a la vivienda de Mayayo. Antes de entrar en materia, estuvieron hablando de diversos aspectos, entre ellos de fútbol y otros asuntos banales. En un momento dado, el policía le habló del crimen que le había costado la vida a la esposa de Enric Salomó, siendo entonces cuando el muchacho se derrumbó y terminaría confesando que había sido él quien había dado muerte a María Teresa Mestre.

Detención

La detención de Ángel Emilio Mayayo se produjo el 26 de marzo de 1984. En comisaría, después de haberse derrumbado ante la habilidad del inspector, contaría con todo lujo de detalles como se produjo el crimen. El mismo tuvo lugar en un apartamento de los Salomó-Mestre, prácticamente contiguo a otro que tenía la familia de su verdugo, después de que la mujer lo encontrase en las escaleras, cuando regresaba de hacer unas compras. Tras una breve conversación, en la que todo parece indicar que hubo una gran tensión, el asesino propinó un golpe a su víctima con una llave tubular de neumáticos, lo primero que se encontró, en la cabeza después de haberle asestado una bofetada que la derribó sobre el suelo de la vivienda.

Posteriormente, arreglaría el domicilio, recogiendo cuidadosamente las pertenencias de su víctima e introduciéndolas en una maleta de doble fondo. Más tarde trasladaría el cuerpo hasta su apartamento. Luego de dar una vuelta por la playa, y llegando a pensar incluso en entregarse a la Policía, regresaría hasta el local donde había abandonado a su víctima, cuyo cuerpo yacía sobre la bañera. Sin embargo, antes de confesar, prefirió deshacerse de aquel incómodo bulto, troceándolo en cuatro parte para introducirlas luego en cuatro bolsas que arrojaría a un vertedero, no contando en ningún momento que fuesen a ser descubiertas de manera ocasional por terceros.

En julio de 1985 Angel Emilio Mayayo sería condenado a 21 años de cárcel, acusado de un delito de asesinato con alevosía. Asimismo, debería indemnizar con once millones de pesetas a la familia de María Teresa Mestre. Con su condena se cerraba uno de los crímenes más intrigantes de la década de los años ochenta en España, aunque no la carrera delincuencial de un muchacho que incluso perpetraría un robo a mano armada en agosto del año 1991, cuya condena sería muy superior a la de su primera fechoría.

Otros 26 años de cárcel

En julio del año 1992 Angel Emilio Mayayo sería condenado a 26 años de cárcel por haber asaltado una sucursal de La Caixa en Lérida el día 29 de agosto de 1991, cuando gozaba de un permiso penitenciario por la buena conducta que había manifestado a lo largo de los siete años que llevaba de cautiverio por el asesinato de María Teresa Mestre. Además, debería hacer frente a la suma de medio millón de pesetas en concepto de multa por los delitos de robo, toma de rehenes y lesiones. A todo ello se sumaba el hecho de la agravante de reincidencia, no observando, como en el primer caso la atenuante de enajenación mental incompleta.

En este segundo proceso, el asesino de la esposa de Enric Salomó hizo gala de una frialdad que sorprendería a quienes se encontraban en la sala, negando en todo momento los hechos de los que se le acusaba y que había perpetrado en compañía de otros dos reclusos. La condena de prisión sería incluso bastante superior a la que le había sido impuesta ocho años antes por un escabroso crimen en el que todavía algunos se empeñan en ver algunas sombras.

En este caso el Tribunal de Lérida consideraría que Mayayo padecía una «psicopatía mixta con rasgos obsesivo-compulsivos, paranoides y esquizoides, que no afectaban a su facultad de razonar ni a la conciencia y voluntad de los actos que realiza, cuya ilicitud comprende, así como sus consecuencias de toda índole, a las que es indiferente».

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