Misterioso asesinato de una pareja de novios en Galdakano
Era el domingo de Pascua del año 1990, 15 de abril, y muchos españoles se disponían a hacer sus maletas y regresar de los días de descanso de aquella Semana Santa. Quizás hubo quien se enteró cuando iba en coche a través de la radio que una patrulla de la Ertzainza había encontrado misteriosa y brutalmente asesinados a una pareja de jóvenes, cuyos cuerpos aparecieron semienterrados en una ladera del monte Pedrolo junto al Alto del Gallo en la bilbaína Sierra de Ganguren. Se trataba de Joseba Zilliaurren Pérez, de 25 años y su novia Idoia Ortuondo Atuxta, de 23. La Policía Autonómica vasca ni el juzgado encargado del caso daban crédito a lo que contemplaban, tanto por el horror y el ensañamiento que habían sufrido las dos víctimas mortales así como por el hecho en sí mismo, que jamás se supo a que móviles podría haber obedecido semejante barbaridad.
El joven estaba prácticamente decapitado, después de que sus agresores le hubiesen inferido hasta nueve puñaladas, la mayoría de las mismas a la altura de la garganta, que casi provocaron la separación de la cabeza y el tronco del cadáver del muchacho. El de Idoia estaba a escasos metros de quien fuera su novio, semioculto en medio de unos enormes helechos y, al igual que su pareja, había sufrido el ensañamiento brutal de sus agresores, quienes le propinaron hasta un total de seis puñaladas. Sorprendía también la circunstancia de que ambos jóvenes apareciesen con las manos atadas a la espalda y la boca tapada con esparadrapo.
La autopsia se encargaría de revelar que, al parecer, no habría habido lucha entre los jóvenes asesinados y sus verdugos. Igualmente se descartó el móvil de la posible agresión sexual, pues ambos aparecieron vestidos con las ropas con las que habían salido de casa en la tarde del viernes santo, 13 de abril de 1990. Todo resultaba cuando menos extraño, pues era lo que se consideraba una pareja normal. Joseba Zilliaurren era trabajador de una empresa gasística en Bermeo y no se le conocían enemigos, en tanto que Idoia Ortuondo era estudiante de informática y, al igual que su pareja tampoco se le conocían personas que estuviesen enfrentadas con ella.
Lugar de venta de drogas
La zona en la que se encontraron los cuerpos de los jóvenes horriblemente asesinados era un área en la que supuestamente se traficaba con estupefacientes a pequeña escala, aunque ninguno de ellos había tenido jamás relación alguna con el mundo de la droga, por lo que se descartó la hipótesis de que el crimen hubiese obedecido a estas causas. Hacía algún tiempo que algunas parejas que frecuentaban la zona habían denunciado los asaltos de los que habían sido objeto presumiblemente por parte de toxicómanos, así como las agresiones que sufrían por parte de grupos relacionados con el narcotráfico, aunque se creyó siempre que no dejaban de ser episodios relacionados con la seguridad ciudadana, muy frecuentes a lo largo de las décadas de los años ochenta y noventa.
Otra de las hipótesis barajadas por los investigadores fue la posibilidad de que los muchachos hubiesen sido asesinados por algún grupo sectario, posibilidad esta que muy pronto decaería e inmediatamente sería desechada por parte de los investigadores al carecer de la consistencia requerida. De la misma forma, llegaría a sospecharse que tal vez Joseba Zilliaurren hubiese presenciado la comisión de algún delito en su trabajo y fuese víctima la pareja de un ajuste de cuentas para eliminar cualquier testigo, aunque este extremo también sería desechado por los investigadores.
Unos meses después del crimen, en octubre de 1990 la Ertzainza procedería a la detención de cinco individuos, a quienes en un principio relacionaba con el doble crimen de Galdakano, todos ellos con antecedentes penales y relacionados con el narcotráfico. Sin embargo, serían puestos en libertad de inmediato al carecer de indicios suficientes para incriminarlos. No serían estas las únicas detenciones que practicaría la Policía Autónoma vasca, ya que tan solo un mes después eran detenidos otros dos individuos con un amplio historial delictivo, muy vinculados a la venta de droga y a los asaltos a mano armada. Pero, al igual que en el anterior caso, la falta de sólidos indicios provocaría su inmediata puesta en libertad.
Transcurridas ya más de tres décadas del horrible doble crimen del Monte Pedrolo, no han faltado conjeturas y algunas hipótesis que no se han sostenido. Mientras tanto, el caso ya ha prescrito en la más absoluta impunidad y una vez más el autor o autores de estos horrendos asesinatos se salieron con la suya, como ocurre demasiadas veces por desgracia.
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