Asesinados tres jóvenes por un asunto de drogas en Málaga
Que las drogas nunca han traído buenas consecuencias es sabido de todos. Son muchas las ocasiones en las que las rencillas se saldaron a tiros o mediante ajustes de cuentas nunca aclarados. Así sucedería en la barriada malagueña del Puerto de la Torre en la noche del 20 al 21 de septiembre de 1999 cuando aparecieron misteriosamente muertos tres jóvenes en una vivienda situada en el número uno de la calle Zurita. La policía que halló los cuerpos inmediatamente sospechó que aquel triple crimen que conmocionaría a Málaga en el penúltimo otoño del siglo XX obedecía turbias cuestiones de drogas.
Esa misma madrugada del 21 de septiembre había ingresado un muchacho de 23 años gravemente herido en el Hospital Universitario Virgen de la Victoria a consecuencia de un disparo con una pistola que le había alcanzado en los genitales, lo que estuvo a punto de costarle la vida, aunque se recuperaría. Un mes más tarde, este mismo joven, Isidro Gómez, con un amplio historial delictivo a sus espaldas a pesar de su insultante juventud, era detenido en el mismo centro sanitario en el que se hallaba ingresado. Junto a él serían detenidos los otros tres chavales, alguno de ellos menor de edad, acusados de estar involucrados en la matanza que había conmovido a la capital de la Costa del Sol el primer día de otoño.
El móvil del crimen hay que buscarlo en una supuesta y elevada cantidad de droga, que jamás llegaría a aparecer. Algunas fuentes llegaron a estimar que eran cuatro kilos de cocaína. En la madrugada de autos, Isidro Gómez acompañado de sus compinches Luis Utrera, de 18 años; José Roldán, de 20 y Blas Villalta, de 18, acudieron a casa de un narcotraficante a pequeña escala en busca de la ansiada sustancia. Se trataba de Antonio Iglesias, alias «El Igli», a quien golpearon y amenazaron de manera reiterada para que les facilitase la información, además de apoderarse de diversos objetos. Posteriormente, prenderían fuego al inmueble en el que vivía el narcotraficante. Sin embargo, todo indica que lo que buscaban no se hallaba en casa de este sujeto, por lo que acudieron a las cuatro de la madrugada a la vivienda de Israel Ruano, quien residía en el número uno de la calle Zurita, en la que terminaría desencadenándose la matanza. «El Igli» acudió en compañía de sus cuatro captores una vez que lo forzaron a subir al coche bajo fuertes amenazas y coacciones para las cuales emplearon armas de fuego, entre ellas una escopeta de cañones recortados y dos pistolas.
Triple crimen
En plena madrugada, sin sorprenderse por la llamada que le hicieron a la puerta, Israel Ruano abrió la puerta a quienes se iban a convertir en sus verdugos, sin sospechar nada raro a pesar de lo intempestivo de la hora. El inquilino de esta vivienda se hallaba en compañía de Salvador Martos, alias «El Boroni». Aquellos individuos se mostraron violentos desde un primer instante con quienes iban en busca de una elevada cantidad de cocaína. Golpearían fuertemente a Ruano para que «cantase» y les dijese dónde se ocultaba la droga, pero no consiguieron nada. Fue entonces cuando se produciría la brutal matanza. Los cuatro energúmenos dispararon a las piernas de Israel, a quien -antes de morir- amenazaron con una pistola que le colocaron en una sien. Al ver que no hablaba, procedieron a descerrajarle la cabeza de un par de tiros, que le provocaron la muerte en el acto.
La historia de los otros dos asesinatos es breve, ya que los matarían de sendos disparos efectuados en la cabeza, consumándose así el triple crimen. Con el afán de eliminar posibles huellas, procedieron a acostar los cadáveres, a quienes colocaron sobre una cama del dormitorio a la que prenderían fuego. Posteriormente huirían del lugar, en tanto el vecindario alertaba a la Policía y los bomberos para que sofocasen el incendio que habían ocasionado los cuatro criminales. Por cierto, la droga que buscaban jamás aparecería.
Isidro Gómez, el principal cabecilla de la banda, hizo acopio de su ciclomotor para dirigirse a su casa, portando en uno de los bolsillos de su pantalón una pistola con la que había dado muerte a dos de sus víctimas. El arma se le dispararía accidentalmente y habría de ser ingresado en estado muy grave en el centro sanitario anteriormente referido y en el que un mes más tarde sería detenido.
197 años de cárcel
En el verano del año 2002 se celebró el juicio contra los cuatro encausados del triple crimen del Puerto de la Torre en medio de una gran expectación en la Audiencia Provincial de Málaga, a pesar de que era un suceso que afectaba especialmente a los bajos fondos de la ciudad. Los peritos forenses que examinaron a Isidro Gómez lo calificaron de psicópata extremadamente peligroso, cuyo historial delictivo era ya muy amplio a pesar de su juventud. A raíz de este hecho sería sentenciado a 86 años de cárcel.
Por su parte, Luis Utrera debería cumplir 81 años de prisión, en tanto que José Roldán tendría que pasar 16 años entre rejas y Blas Villalta, catorce. Asimismo, los condenados debían hacer frente cada uno a una responsabilidad civil de 25.000 euros, con la que debían indemnizar a las familias de sus tres víctimas.
La fiscalía descartaría imputarles el delito contra la salud pública, debido a que la droga que supuestamente buscaban jamás apareció. Del mismo modo, también desestimó la atenuante de enajenación mental transitoria que el abogado defensor solicitaba para su patrocinado, Isidro Gómez, al entender que no «existía una merma de sus facultades».
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