Asesina a sangre fría a una pareja de novios en Zamora
Hay personas que sostienen que «la suerte existe», O lo que comúnmente llamos azar. Sin embargo, hay veces que esa suerte es inversa, jugándonos una muy mala pasada la Diosa Fortuna. Una de las peores circunstancias que puede ocurrir en la vida es cruzarse con individuos que portan en sus genes el ADN del mal, que son auténticos profesionales de la delincuencia y que no dudan en emplear los medios que tengan a su alcance para terminar con una persona que involuntariamente se cruce en su camino. No cabe duda que cuando alguien tenía la desgracia de cruzarse con Manuel Martínez Quintas,alias «El Quintas» podía ocurrirle cualquier cosa que no fuese buena.
Con numerosos antecedentes penales y judiciales por su trayectoria en la que no faltaban las agresiones sexuales y los ataques a la propiedad privada, el día 13 de enero de 1983 perpetraría un doble crimen que consternaría profundamente a la ciudad de Zamora. En la tarde de esa jornada, un «viernes 13» -como si de un mal agüero se tratase- una joven pareja de estudiantes de Magisterio formada por Aurora Barbero Luelmo, de 19 años y José Manuel Tamames Domínguez, de 18. acudieron a disfrutar de la jornada a la isla del río Duero, denominada Las Playas, con el afán de contemplar la aparición de patos en la zona, dada su gran afición a la ornitología.
Lo que no podían imaginarse ambos muchachos, de excelente reputación y de una acreditada solvencia personal, es que en su camino de iba a cruzar un energúmeno que acumulaba ya un largo historial delictivo a sus espaldas, aunque todavía no había dado su gran paso al mundo del crimen. Provisto de una escopeta, Manuel Martínez Quintás amenazó a la jovencísima pareja y se apoderó de algunas de sus pertenecias, entre ellas una cadena de plata, que portaba la joven, y una exigua cantidad de dinero, algo más de mil pesetas que llevaba consigo José Manuel.
Arrojada al río
Una vez hubo consumado el atraco, «El Quintás» procedió a la inmovilización de ambos jóvenes, a los que maniató con una cuerda. Pero en ese momento, Aurora Barbero comenzó a gritar, lo que -según testificaría en el juicio- puso nervioso al delincuente, quien no dudó en lanzarla con todas sus fuerzas al cauce del río Duero con el propósito de que la joven se ahogase. Para ello, no escatimaría esfuerzos, e incluso la empujó con un palo cuando trataba de asirse a las riberas del efluvio, alcanzando su macabro y oscuro propósito.
En este caso, volvería a demostrar que era un auténtico profesional de la delincuencia, pues no dejaría testigos de su obscena y cruel fechoría. Una vez hubo lanzado a las frías y rebosantes aguas que llevaba el Duero en aquel invierno, aprovecharía la bufanda con la que José Manuel Tamames se protegía del frío para estrangularlo, aprovechándose de su manifiesta indefensión y que se encontraba maniatado. Posteriormente, cavaría una pequeña zanja, de apenas quince centímetros de profundidad, en la que sepultaría el cuerpo sin vida del joven estudiante de magisterio. Finalmente, huiría del lugar de los hechos a a pie.
Al día siguiente del macabro doble crimen, unos piragüístas encontrarían en las aguas del Duero el cadáver de Aurora Barbero Luelmo. Más tarde, tras hacer las perceptivas investigaciones, la Policía encontraría el cuerpo enterrado del novio de la joven asesinada. No había dudas que se encontraban ante uno de los peores crímenes de la historia de Zamora y los agentes trabajarían sin descanso a lo largo de más de cincuenta horas de manera ininterrumpida. Inmediatamente pondrían en su punto de mira a Manuel Martínez Quintas, cuyo historial delictivo lo delataba. Sería detenido el 18 de enero de 1983, demostrando una frialdad fuera de lo común, pues le estampó, de buenas a primeras, al letrado de oficio que lo defendía «Abogado vas a defender a un asesino». actitud que nos da una buena cuenta ante que clase de sujeto nos encontramos.
Además de la gran consternación que sacudió a la ciudad de Zamora en el primer mes de 1983, tampoco faltarían las muestras de solidaridad y apoyo a las familias de ambos jóvenes, pues sus compañeros de estudios se manifestarían silenciosa y pacíficamente por las calles de la capìtal de la provincia en repulsa por tan obsceno y cruel crimen.
76 años de cárcel
Martínez Quintas sería juzgado en el año 1984 en la Audiencia Provincial de Zamora. En su descargo, o tal vez con descaro, argumentaría que los gritos proferidos por la joven precipitaron su injustificable patraña, negando en todo momento que pretendiese asesinar a los dos muchachos zamoranos. Los expertos que estudiaron su personalidad manifestarían que se encontraban ante un psicópata, que era plenamente consciente de sus actos.
«El Quintas» sería condenado a una pena de 76 años de cárcel, así como a satisfacer con 30 millones de pesetas a los padres de sus dos víctimas, aunque, como suele suceder casi siempre con estos energúmenos, se declararía insolvente. Cumpliría gran parte de su pena en la cárcel de Bonxe, en Lugo. No obstante, y aquí de nuevo nos encontramos con algunas imperfecciones del antiguo sistema penal, por asesinar vilmente a los dos jóvenes de Zamora,tan solo cumpliría trece años de prisión, siendo puesto en libertad a finales de 1996. De él se destacaba su «excelente comportamiento» mientras estuvo entre rejas, algo que por otra parte suele ser muy habitual.
Violación
Manuel Martínez Quintas no tardaría en recaer en sus antiguas andanzas, comportándose como el ser despreciable y mezquino que es. En octubre de 1997 violaría a una mujer en Valladolid, siendo de nuevo detenido por las fuerzas del orden y regresando de nuevo a la cárcel, en la que discurrió más de la mitad de su existencia. En el año 1999 sería condenado a 26 años de prisión por la Audiencia Provincial de Valladolid. En esta ocasión, debido a sus tenebrosos antecedentes, cumpliría 20 años íntegros, saliendo en libertad en el año 2017.
A raíz de su último delito, la mujer a la que violó se vio en la obligación de solicitar la incapacidad permanente en su trabajo debido a un trastorno de estrés postraumático crónico, que le impedía desarrollar su actividad laboral en condiciones.
«El Quintas» tenía prohibido residir en las provincias de Valladolid y Zamora durante los cinco años siguientes a su salida de la cárcel, por lo que estuvo viviendo en diferentes localidades españoles. En un principio se le situaba en la ciudad de Lugo y también en A Coruña, lo que despertaría la alarma entre sus conciudadanos, temerosos de sufrir cualquier percance a manos del tristemente célebre delincuente y asesino confeso. Debido a la presión ciudadana, tuvo que marcharse de la ciudad herculina y últimamente se le situaba en Portugal. Es normal que salten las alarmas ante la presencia de semejantes energúmenos. Nunca se sabe lo que puede pasar, aunque él llegaría a manifestar que ya contaba con casi 70 años y no tenía intención de hacer daño a nadie.Lo peor para él, dado su amplísimo historial delictivo, es que nadie se lo cree.
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