Dos personas asesinadas en el famoso crimen del Expreso de Andalucía

Momento en que son descubiertos los cadáveres en el Expreso de Andalucia en la estación de Córdoba. ABC.

Fue uno de los sucesos más famosos de su época y que mayor expectación levantaría debido a como se produjeron los hechos y la posterior repercusión que tendría, afectando a las más altas esferas de la nación de su tiempo. El asalto al coche-correo del tren expreso de Andalucía se convertiría en un trágico episodio que alcanzaría la categoría de mito y leyenda a la vez, del que se escribirían infinidad de páginas, una novela y, sería objeto de los cantares de ciego que se encargarían de difundirlo por las extensas areas rurales de la España de aquel tiempo.

El principal cerebro de la operación sería Honorio Sánchez Molina, un turbio hombre de negocios que había sido candidato a concejal en Madrid formando parte de las listas del partido de Antonio Maura. A su macabra idea se sumarán otros cuatro individuos, que son José Donday, conocido como «Pildorita» por su afición a tomar todo tipo de pastillas; José Sánchez Navarrete, empleado del cuerpo de Correos, perfecto conocedor del entramado y otros dos sujetos, cuya vida se desenvuelve en los márgenes de la delincuencia y que responden a los nombres de Antonio Teruel y Francisco de Dios Piqueras.

La operación se llevaría a cabo en la madrugada del 11 de abril de 1924. Los asaltantes se suben al Expreso de Andalucía por una ventana en la estación de Aranjuez. Esta operación es posible ya que Navarrete conoce a Santos Lozano, un empleado cumplidor, de 45 años, y de quien se supuso que podría estar involucrado en el entramado, aunque las pruebas demostrarían que esa hipótesis era falsa. Los ejecutores del plan emprenderían su macabro cometido después de que el convoy dejase atrás la pedanía de Castillejo, antes de que enfilase rumbo a Alcázar de San Juan.

Golpes con una tenaza

En el momento en que se deciden a dar el golpe, Navarrete llama en voz alta Santos Lozano preguntado por Ángel Ors, el otro de los encargados del coche correo del convoy ferroviario. A esa hora se encuentra plácidamente durmiendo esperando su turno. Lozano trabajaba de espaldas al retrete cuando sería brutalmente atacado con unas tenazas de marchamar por parte de Antonio Teruel, quien era un peligroso dellncuente. Aunque tal como se encargaría de revelar la autopsia, el funcionario ya habría resultado herido mortalmente en el primer ataque, efectúa una segunda envestida para cerciorarse de que ha terminado con la vida de su primera víctima.

Ante el gran jaleo que se ha montado en el vagón, se despierta Ángel Ors, un hombre fórnido y atlético, de 30 años de edad, que se encara con Teruel, quien le ha propinado un golpe similar a su primera víctima en el frontal del cerebro. pero que a diferencia del primero es a todas luces insuficiente para poder segar su vida, debido al grosor de sus huesos, tal como demostraría la autopsia, muy superiores al promedio del resto de las personas. Al no conseguir noquearle, Ors se repone y se inicia una pelea en la que el empleado de Correos consigue agarrar del cuello a su oponente, quien se ha convertido en un títere y precisa de la ayuda de sus otros dos compinches que van en el tren para conseguir doblegarlo. De lo contrario, la suerte de Teruel hubiese sido otra. Una vez que entre Piqueras, Navarrete y Teruel han inmovilizado a aquel corpulento y fortachón hombre, el tercero de la terna saca su pistola y le dispara un primer tiro en el pecho. Ya en el suelo, y en medio de un monumental charco sangre, Teruel remata a su segunda víctima de un segundo disparo que le alcanza el labio inferior.

Con el coche-fúnebre transformado en carroza fúnebre los tres delincuentes se dedican a revolver y examinar todos los valores que transporta el Expreso de Andalucía, cuya suma podría alcanzar el millón de pesetas, una gran fortuna para la época. Sin embargo, la precipitación les jugaría una muy mala pasada y dejarían algunhas alhajas y cheques de un valor muy superior al que ellos se llevan, a lo que se suma que la oscuridad se convierte en uno de sus principales enemigos.

Huida y reparto del botín

Nadie ha reparado en lo ocurrido en el coche-correo y el brutal crimen no se descubrirá hasta que el tren llegue a Córdoba. Ni siquiera se ha dirigido a sus dependencias la pareja de guardias civiles que habitualmente viajaba en convoy. Quien dará un magnífico relato del suceso será el periodista y dramaturgo español Francisco Serrano Anguita, quien había contraído matrimonio muy recientemente y viajaba en el tren en compañía de la mujer que se había convertido en su esposa en viaje de novios.

Previamente al descubrimiento de los trágicos acontecimientos, los asaltantes y asesinos descienden del convoy después del paso a nivel de Quero, muy cerca de las bodegas del Marqués de Mudela, por el lado opuesto a los andenes para evitar así poder ser vistos. En aquel lugar, les espera José Donay, «Pildorita», quien ha alquilado un taxi para que los traslade a Madrid. Allí repartirán el botín en la casa de Antonio Teruel, situada en la calle Toledo. Corresponden a cada uno un total de tres mil pesetas, un capital muy inferior al que iba en el tren. Será «Pildorita» quien se encargue de hacerle llevar la parte que le corresponde a Honorio Sánchez Molina.

El suceso conmociona profundamente a la España de la época, un país atrasado y rural, pero que ha sufrido un terrible episodio en el que la Policía no escatima medios y moviliza a todos sus confidentes y efectivos con el ánimo de resolver el suceso lo antes posible. La primera pista certera la proporciona un sereno que vigila la calle Toledo, en pleno Madrid de los Austrias, el caso histórico con más solera. Les informa que en el número 105 está viendo movimientos extraños. Efectivamente, en el tercer piso del inmueble reside Antonio Teruel, el principal asesino, en compañía de su esposa, Carmen Atienza. La casa será sometida a una discreta vigilancia, que terminarán por atosigar a sus residentes.

Detenciones y sentencias a muerte

La primera persona en ser detenida es la esposa de Antonio Teruel, Carmen Atienza. El se ha librado en primera instancia debido a que su mujer ha confesado a la Policía que no se encontraba en casa. Sin embargo, la portera del edificio informa a la Policía de la existencia de ruidos en el piso de la mujer que ha sido detenida. El día 21 de abril de 1924 los agentes acceden al interior de la vivienda, derribando la puerta. Examinan todas las estancias y encuentran sobre la cama del matrimonio el cadáver de Antonio Teruel, quien tras sentirse acorralado y no poder soportar la detención de su cónyuge, había decidido suicidarse pegándose un tiro en la sien. Aquí encontrarán algunos documentos expedidos por casas de empeños que relacionan al resto de los participantes en el asalto, entre ellos a Francisco de Dios Piqueras.

A consecuencia del hallazgo de aquellos papeles, se derrumba el castillo de naipes de la trama que ha provocado uno de los crímenes que pasaría a la historia más negra de España. Posteriormente, es detenido en Calatrava Honorio Sánchez Molina, quien «cae» cuando se encontraba en su domicilio paterno. Por su parte, Francisco de Dios Piqueras será detenido cuando trata de huir a Portugal. La captura de José Sánchez Navarrete tiene lugar la casa de sus padres, en tanto que José Donay «Pildorita» se entrega en la embajada española en París, a donde había huido después de la salvaje tropelía.

La efectividad policial fue la máxima que se podía esperar. También lo será la de la Justicia, cuyas sentencias esperaba el país entero que fuesen ejemplares, a pesar de que algunos de los implicados son hijos de familias adineradas y pudientes. Sin embargo, las resoluciones judiciales, dictadas a través de un Consejo de Guerra serán implacables,condenando a tres de los implicados a la máxima pena, que en aquel entonces era la capital el día 7 de mayo de 1924. Solamente se salva del patíbulo José Donay, quien es sentenciado a cumplir 20 años de cárcel.

Apenas 48 horas después de haber conocido su suerte, se prepara un cadalso en la cárcel Modelo de Madrid, situada en lo que durante muchos años más tarde sería el desaparecido Ministerio del Aire. El primero en morir será Honorio Sánchez Molina, quien se dirige a su último asiento lloroso y con muy poco ánimo. Le sigue su compañero Piqueras, quien muestra una resignación absoluta. Su contraste lo pone José Sánchez Navarrete, que ha de ser llevado en volandas por los Hermanos de la Caridad. Alrededor de las seis y media de la mañana ya se ha colocado la bandera negra sobre la antigua cárcel, indicando que los principales implicados en los asesinatos del Expreso de Andalucía han corrido la misma suerte que las víctimas que habían dejado en el coche-correo y que ellos mismos se habían encargado de convertir en carroza-fúnebre para oprobio de un país entenro que no solo clamaba justicia sino también venganza.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.