Una mujer mata a la esposa de su ex novio en O Valadouro (Lugo)
No era habitual que en la Galicia de los años cincuenta, y mucho menos en su extenso rural, aconteciesen sucesos similares como al que a continuación relataremos. Las férreas formas sociales, unidas a una no menos férrea moral, impedían cualquier desvío de los cánones estrictamente establecidos. Aún así, de vez en cuando se producía algún hecho que escandalizaba a aquella pacífica y tradicional comunidad, no acostumbrada a sucesos que alterasen sus históricas costumbres y normas de conducta, que rara vez eran saltadas a la torera.
Una de esas ocasiones en las que se olvidaron las ancestrales reglas de convivencia tuvo lugar el 11 de julio de 1957 en la pequeña aldea de Santalla de Frexulfe, en el municipio de Ferreira do Valadouro, situado en el extremo noroccidental de la provincia de Lugo, que vivía mucho más preocupado de las cartas que todavía llegaban de tierras americanas que en reparar sus consuetudinarias normas de convivencia. En esa pequeña parroquia, que hoy en día apenas tiene un centenar de habitantes, se produciría un trágico suceso que rompió cualquier molde de la época y que la llevó, involutariamente, al primer plano de la actualidad de aquella inamovible década de los años cincuenta del pasado siglo.
En aquel tiempo una joven de 32 años, Teresa Maseda Ferreiro, se encontraba muy despechada por la ruptura de relaciones con quien había sido su novio a lo largo de cinco años, Antonio Val Reigosa, y que en esa época la marcaba profundamente, pues era difícil que encontrase un nuevo compañero tras su larga relación, debido, como se ha indicado, a esa anquilosada moral que todo lo condenaba, incluso algo tan natural como podrían ser las relaciones de pareja. El muchacho con el que había estado saliendo había contraído recientemente matrimonio con otra joven, Amparo Hermida Folgueira, de 23 años de edad, quien a la postre se terminaría convirtiendo en la trágica víctima de Teresa Maseda.
A golpes
Presa de los celos y su iracundía, unida a ese despecho y malentendido orgullo personal quizás por sentirse humillada y hasta posiblemente desplazada de aquel férreo mundo en el que imperaba la tradición a la que nadie era ajeno y debía asumirse hasta sus últimas consecuencias, en el atardecer de aquel 11 de julio del ya lejano 1957 Teresa decidió cortar por lo sano y rebelarse contra un hecho que para ella era injusto, incapaz de asumir la libertad de decisión de las personas. Durante un breve periodo de tiempo, unos dos meses -los mismos que llevaban casados Antonio y Amparo-, decidió controlar los hábitos y costumbres de esta última, siendo habitual que fuese a por el ganado al monte en solitario casi todos los días al anochecer, tal como ocurriría en el día de autos.
En la fatídica fecha, Teresa Maseda esperó a quien se convertiría su víctima en medio de unos matojos provista de algún artilugio con el que le propinaría diversos golpes en la cabeza que terminarían por derribar a Amparo Hermida, quien se vio repentinamente sorpredida por la ex novia de quien ya era su marido. Sin poder reaccionar e inconsciente debido a los impactos sufridos en su testa, una vez que la hubo derribado -ya en el suelo-, Teresa le echó las manos al cuello aprisionándola de tal modo que le provocaría la muerte por asfixia en apenas diez minutos, según el dictamen de la autopsia. Sin testigos, la criminal huiría del lugar dejando el cuerpo exánime de su víctima en el camino del lugar de Ertremas.
Al ver que la joven no regresaba a su domicilio, sus familiares acudieron en su busca, encontrándose el tétrico panorama. Inmediatamente se puso el trágico en suceso en conocimiento de la Guardia Civil de la zona, quienes sospecharon desde un primer instante de Teresa Maseda, conocedores de su temperamento. En el cuartel declararía que su víctima le había provocado, aunque finalmente terminaría reconociendo los hechos, ingresando de forma inmediata en la antigua prisión provincial de Lugo.
Condena e indulto
El suceso terminaría provocando las lógicas reacciones de consternación en un término municipal y en una comarca como la de O Val do Ouro en el que se conocen prácticamente todos. El juicio contra Teresa Maseda Ferreiro, celebrado a finales del año 1957, levantaría una gran expectación, debido a las circuntancias en las que se había producido el crimen, que despertaba un insano morbo en una sociedad cuyos moldes parecían irresquebrajables.
A diferencia de otros casos, en este suceso jamás se planteó la posibilidad de que la acusada fuese sentenciada a pena de muerte. El fiscal encargado del mismo solicitó para la asesina 30 años de cárcel, así como la indemnización con cien mil pesetas de la época para los familiares de Amparo Hermida. Finalmente, la condena se vería reducida a la pena de 22 de prisión y a satisfacer la cantidad anteriormente indicada a los herederos de la joven que había asesinado.
En contra de lo que se ha dicho y repetido muchas veces hasta la saciedad, las penas privativas de libertad durante el franquismo solían ser mucho más benévolas que en la actualidad, pues los autores de homicidios y asesinatos no solían pasar grandes temporadas entre los muros de las prisiones, tal y como acontecería en este caso. Teresa Maseda Ferreiro obtendría la libertad condicional merced a un acuerdo adoptado por el Ministerio de Justicia, con fecha del 23 de octubre de 1963 y publicado en el Boletín Oficial del Estado el 24 de enero de 1964. En este caso, la autora del crimen, que cumplió su pena en la prisión de mujeres de Alcalá de Henares, apenas estuvo poco más de seis años en la cárcel. Muy poco tiempo para semejante barbaridad.
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