Asesina a tres internos del Asilo de Ribadeo
Nunca se podrá decir que el año 1927 se iniciase con buen pie en la bella villa ribadense, que se asienta sobre su celestial ría. Ha pasado ya cerca de un siglo cuando el Asilo que regentaban las Hermanas de la Caridad fue el escenario de una horrible matanza, quizás la peor ocurrida en la historia de Ribadeo. En la noche del 2 de enero de aquel año, aún con la efervescencia de las Navidades, un individuo, José Soto, de 50 años de edad, conocido como «O Coxo do Rulo», daba muerte a tres de sus compañeros del centro asistencial en el que se encontraban internados, desconociéndose los motivos del porqué de aquella cruel matanza que consternaría, no solo a Ribadeo, sino a toda la Galicia de la época, que ahora miraba hacia sí misma y no hacia tierras americanas como era costumbre.
Según relata la prensa de la época, «O Coxo do Rulo», un hombre de muy mal carácter y de groseros modales, acometería alrededor de las diez de la noche del segundo día del año contra tres de sus compañeros, provocando un espantoso y horrendo panorama en el centro de acogida. Quien primero se percató de que algo ocurría en aquel hospital de beneficencia fue el sereno encargado de vigilar la zona, ya que escuchó algunos quejidos procedentes de una de las habitaciones. Dado que en aquel lugar se hospedaban personas desamparadas y enfermas, el vigilante nocturno se supuso que serían algunas lamentaciones de alguna persona que sufriese algún tipo de dolencia. Se acercó hasta el hospital para avisar a las monjas de los lamentos que escuchaba, pero se encontraría con un panorama que superaba lo macabro y desolador.
En paños menores
Acompañado de otro vigilante comprobó que uno de los internos se hallaba en paños menores, que estaban completamente ensangrentados, por lo que se supuso que habría tenido algún enfrentamiento. Se trataba de José Soto, «O Coxo do Rulo», llamado así desde que sufriera una herida de consideración en la Guerra de Cuba a consecuencia de la cual padecía una ostensible cojera. Les sorprendió su actitud, pues se hallaba sentado en las escaleras que dan acceso a los cuartos superiores, y les manifestó tanto al sereno como al hombre que lo acompañaba que le había dado muerte a navajazos a tres de sus compañeros, cuyos cuerpos se encontraban exangües en sus habitaciones. Inmediatamente después comprobaron la veracidad de sus palabras y se encontraron con el desolador panorama que les había descrito el supuesto homicida.
Inmediatamente después de haber perpetrado los tres salvajes crímenes, «O Coxo do Rulo» sería detenido por fuerzas del orden e ingresado en la prisión, que se hallaba en la calle Martínez Pasarón, prácticamente enfrente donde se habían cometido los horribles crímenes que tan profundamente consternarían a toda la ciudadanía de la villa ribadense.
Para perpetrar la masacre, José Soto no escatimó esfuerzos, forzando, con la misma navaja que cometió los tres crímenes, las cerraduras de los cuartos de sus víctimas. Una de ellas, Manuela Vila López, una mujer ya anciana, había sido prácticamente decapitada, según se reveló en la autopsia. La mujer, muy limitada físicamente, había caído sobre una silla, cuyo ruido alertaría a las monjas de lo que estaba sucediendo, al intentar huir de la garras de su asesino.
Ensañamiento
El tétrico aspecto que presentaban los tres cadáveres daba idea de que se había producido un gran ensañamiento con sus víctimas. Buena prueba de ello lo constituía el de Ángel Franco, un antiguo marinero de cincuenta años, que había ingresado en el centro asistencial después de que le fuera amputado uno de sus brazos como resultado de una lesión sufrida mientras trabajaba a bordo de un barco. Según los detalles de la autopsia, el asesino le habría abierto la caja torácica retorciéndole el corazón y la traquea. Debido al estado en que se hallaba, sentado al borde del lecho y con un vaso de sangre sobre una mesilla de noche, hubo sospechas de que «O Coxo do Rulo» hubiese practicado vampirismo, aunque posteriormente se demostraría que en ningún instante bebió sangre alguna de sus víctimas, aunque la hubiese recogido en aquel recipiente.
La última de sus víctimas, Antonio Blanco, que era un antiguo albañil que vivía de la caridad después de que una caída de un andamio le provocase una grave lesión en una de sus extremidades, presentaba un navajazo a la altura del corazón, suficiente para terminar con su vida. La orgía de sangre de José Soto pudo continuar si no acierta a ser que la hipotética cuarta víctima, un joven que había ingresado recientemente en el centro de acogida, no hubiese pasado el cerrojo de su cuarto, lo que le impidió acceder a su interior.
Intento de suicidio
Tal y como se produjeron los hechos, «O Coxo do Rulo» declararía ante las autoridades, entre ellas la Guardia Civil, que tenía el deseo de suicidarse, pero que no tenía valor para hacerlo y que le gustaría que lo matase la Justicia. Al día siguiente de ingresar en prisión, José Soto intentaría acabar con su vida cortándose una vena de un brazo con un cristal que encontró en las dependencias penitenciarias, debiendo ser atendido por un médico ribadense.
Después de haberse perpetrado este horrible crimen, se suspendieron los restantes actos navideños que todavía estaban previsto celebrarse en Ribadeo. Las autoridades, entre ellas su alcalde, presidirían el multitudinario funeral que, por el alma de alma de las víctimas, se celebró en la villa del Eo, que se convertiría en una extraordinaria manifestación de duelo.
Sobre el autor del triple crimen, no se volvieron a tener noticias. Se supone que, tal como se desarrollaron los acontecimientos, tal vez hubiese sido ingresado en un psiquiátrico penitenciario. Lo que sí se sabe es que en el momento de producirse los hechos, la salud física de José Soto tampoco era la mejor, pues se le había detectado recientemente una úlcera cancerosa en una de sus piernas, motivo este que fue suficiente para ser admitido en el centro regentado por las Hermanas de la Caridad. Con anterioridad, había trabajado en servicio municipal de limpieza, del que sería despedido a consecuencia de su mal carácter y los constantes enfrentamientos que provocaba con sus compañeros.
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