Siete muertos y varios desaparecidos al precipitarse un autobús al río Sil

Las ferias y mercados jugaron un papel esencial en la economía gallega a lo largo de su historia que, pese a estar prácticamente de capa caída, se estaba acrecentado en la década de los años sesenta, debido a la masiva incorporación de los transportes por carretera. Se harían célebres los nombres de decenas de empresas que alcanzarían la categoría de míticas recorriendo pueblos, aldeas y villas de toda Galicia transportando a los paisanos de un lugar a otro, amén de acarrear los más variados productos hortofrutícolas y, como no, también animales, entre los que se encontraba el rey de la gastronomía del interior, el cerdo, de quien don Álvaro Cunqueiro lamentaba que no tuviese alas para demostrar cual sería la carne de ave que más le gustaba.
A mediados de la denominada «década prodigiosa» la vida había experimentado notables mejoras con relación a las anteriores, dominadas todavía por una economía de miseria que las había empapado lo que parecía una interminable posguerra. En Galicia se carecía todavía de unas infraestructuras adecuadas. Sus carreteras eran difusas y en ellas abundaban los baches y socavones, así como un ancestral empedrado que hacían difícil la conducción. Aunque comenzaba a proliferar el automóvil, los utilitarios estaban al alcance de tan solo unos pocos, por lo que era muy común que se utilizasen los denominados coches de línea, siendo esta forma de viajar la más empleada por los miles de paisanos que en aquel entonces poblaban el rural gallego para desplazarse a los eventos más comunes en los que solían participar, que eran las ferias y mercados.
En uno de esos clásicos eventos, que se celebró en la jornada del 18 de enero de 1965 en la localidad ourensana de Castro de Caldelas se produciría un trágico y desgraciado accidente de tráfico al precipitarse a las aguas del río Sil un autobús perteneciente a la empresa Unión Industrial, después de que se atravesase en la calzada, muy posiblemente a consecuencia del hielo y las bajas temperaturas reinantes, y rompiese el muro de contención que se encuentra en el puente de Abelenda, entre las demarcaciones de las provincias de Ourense y Lugo, cayendo posteriormente por un desnivel de unos cien metros a las aguas del embalse de Santo Estevo.
Indeterminada cifra de viajeros
Como consecuencia del siniestro fallecerían, como mínimo, un total de siete personas, algunos de cuyos cuerpos jamás fueron recuperados. Es más que probable que la cifra total de víctimas rondase las 14 o 15, ya que nunca se supo con exactitud el número de viajeros que viajaban en el ómnibus. Este dato viene atestiguado por el hecho de que gran parte de quienes iban a bordo de aquel desgraciado autocar solían viajar de pie, en un tiempo en el que no existía regulación legal alguna en cuanto a medidas de seguridad. A todo ello se añade que el autobús, que cubría el trayecto entre Castro Caldelas y Monforte de Lemos, procedía del mercado que se había celebrado en la primera de las localidades, siendo este evento uno de los más concurridos de todo el año, pues era la antevíspera del patrón del municipio orensano, fecha que era aprovechada por muchos agricultores y ganaderos de la zona para hacerse con los mejores productos.
Durante bastantes días, la incertidumbre se apoderaría de los vecinos del sur de la provincia de Lugo y el norte de la ourensana, pues la práctica totalidad de los pasajeros que iban a bordo de aquel infortunado ómnibus eran de aquellas zonas. A todo ello se añadían las grandes dificultades que había en la época para acceder a las profundidades donde se suponía que habían quedado los restos del autobús. En un primer instante solamente se recuperaría el cuerpo de una de las víctimas mortales, el de un hombre que se llamaba Manuel Gómez, popularmente conocido por el sobrenombre de O Troitas, cuyo cadáver aparecería asido a un cerdo por el rabo del animal. La cifra de heridos también sigue siendo bastante imprecisa hoy en día, debido a la inexactitud del número de pasajeros que iba a bordo del autocar. Quienes salvaron la vida, lo hicieron al salir despedidos del vehículo a través de las puertas y ventanillas.
Para tratar de recuperar un mayor número de víctimas mortales, los efectivos de la Guardia Civil apostarían barqueros en la parte ourensana del río en una zona más baja con la finalidad de que fuesen extraídos de las aguas del Sil. Sin embargo, esta operación no dio ningún fruto. Solamente tres meses más tarde aparecerían los cuerpos de un matrimonio de Monforte de Lemos, cuando ya se habían abandonado todas las tareas de búsqueda. Aunque el hombre era buen nadador, nada pudo hacer por salvar su vida al ser atravesado por uno de los hierros del puesto que traían enrollados.
Desecación del caudal
En el año 2010 la compañía Iberdrola llevaría a cabo el vaciado del caudal de la presa de Santo Estevo, así como parcialmente el cauce del río para efectuar obras en la zona hidroeléctrica que administra. A consecuencia de esta operación, serían avistados los restos del autocar que llevaba sumergido, en aquel entonces, más de 45 años. Para contemplar este acontecimiento, que tan solo se había presenciado una vez en la década de los años setenta del pasado siglo, se concentraron un ingente número de vecinos, a quienes picaba la curiosidad de como se encontrarían los restos de los hierros del autobús.
Sin embargo, no sería solamente la curiosidad vecinal la que suscitaría diferentes comentarios e incluso algunas airadas protestas y reclamaciones, ya que no solo se resucitaban fantasmas de otra época. Muchos eran quienes se preguntaban porque no extraía del fondo de la presa el amasijo de hierros que constituye ahora el viejo y destartalado autobús de línea regular, ya que con ello se podría comprobar si es que en su interior se encuentran los esqueletos de los desaparecidos para así poder darles una sepultura digna. Y es que hay hechos que carecen de explicación.
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