En la década de los años ochenta del pasado siglo todavía resistía -con una cierta fuerza que cada vez se iba debilitando más- la Galicia eterna, o lo que es lo mismo el ancestral y apacible mundo rural. Todavía eran muchos los gallegos que poblaban aquellos lares que parecían estar condenados a una desaparición que ni siquiera habían podido lograr las emigraciones americana y europea. Sin embargo, la baja tasa de fecundidad y el masivo envejecimiento de la población se están convirtiendo en los letales enemigos de esa apacible Galicia para cuyos moradores el tiempo todavía sigue marcado por la puesta de sol y las estaciones del año.
En ese territorio, otrora denostado por muchos que querían demostrar un cierto rango de superioridad y una indisimulada hostilidad, se hacían innumerables trabajos que, en algunas ocasiones, estaban al margen de la ley o, cuando menos, no se requería una capacitación especial como se precisa en la actualidad. Eran muy frecuentes las ayudas vecinales y familiares para la realización de obras o trabajos de adaptación de los más variados servicios a los domicilios particulares. Muchas veces se elegía el fin de semana. Otras se hacía después de la puesta de sol.
En uno de esos labores, a media tarde del 19 de septiembre de 1986, cuatro hombres perderían la vida mientras hacían un pozo en el lugar de Barbaín, perteneciente a la parroquia de Noceda, en el municipio lucense de O Incio. Los cuatro quedarían sepultados en un impresionante alud de tierra que se derrumbó sobre ellos como consecuencia de un inesperado corrimiento del terreno en el que estaban perforando un pozo.
Mejora del abastecimiento
La finalidad de los trabajadores que se encontraban realizando el pozo que les costó la vida era mejorar el suministro y abastecimiento de aguas de uno los lugares de la parroquia de Noceda, una entidad poblacional que ya entonces tenía poco más de un centenar de habitantes y que se ha visto reducida en los últimos tiempos a poco más de 75 debido al creciente despoblamiento que está afectando seriamente al rural gallego.
Al parecer, el corrimiento y derrumbamiento de las paredes laterales del pozo se pudo deber al propio estado del terreno, por tratarse de una zona húmeda y montañosa, unido a que a la hora de efectuar este tipo de obras no solían tomarse muchas precauciones, no siendo esta la primera vez que acontecía un desgraciado suceso de las mismas características.
Alrededor de las cuatro de la tarde, cuando aquellos trabajadores se habían introducido en el interior de la superficie perforada, se produjo el inesperado derrumbamiento atrapándolos a todos ellos a la vez, sin que ninguno de ellos pudiese hacer nada por salvar la vida. Además, resultaba un poco extraño que el corrimiento de las tierras atrapase a los cuatro a la vez en una superficie de poco más de cuatro metros de profundidad, pues era habitual que, cuando se hace este tipo de obras, alguno de ellos se encontrase en el exterior para recibir la tierra que se extraía desde la hondura en que se realizaban las obras.
Excavadoras
Al percatarse los vecinos de la contorna del suceso acaecido, inmediatamente se pusieron manos a la obra para intentar rescatar a los trabajadores atrapados en el pozo. Sin embargo, sus resultados fueron vanos. Para extraerlos del lugar en el que habían quedado sepultados fue precisa la intervención con palas excavadoras. Debido a la orografía del terreno, muy abrupta, tardarían más de cinco horas en rescatar los dos primeros cuerpos, siendo encontrados en torno a las nueve y cuarto de la noche. Los otros dos cadáveres fueron hallados una hora más tarde.
Los fallecidos en este trágico siniestro fueron Manuel Luizán Díaz, de 29 años; Arturo Gay Casas, de 18; Emilio Rodríguez González, de 63 y Manuel Casas González, de 49. Todos ellos eran vecinos de la localidad en la que tuvo lugar el siniestro lo que provocaría la lógica consternación en toda la comarca de Sarria, a la que pertenece el municipio de O Incio.
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