El hundimiento del Casón: 23 muertos y un gran desconcierto

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Explosión en la cubierta del Casón

Nadie duda que el año 1987 fue muy convulso en Galicia. Muchos pensamos que lo fue demasiado. Había grandes tensiones políticas por una moción de censura que le había costado el cargo de presidente de la Xunta al desaparecido Xerardo Fernández Albor, a la que habían contribuido distintos elementos de su partido, entre ellos el que fuera su poderoso vicepresidente Xosé Luis Barreiro Rivas, que recuperaba su antiguo cargo a hora de la mano de Fernando González Laxe. Al día siguiente de la moción, se destaparía el famoso escándalo de la concesión ilegal de las loterías instantáneas de Galicia.

Pero si parecía que aquel agitado 1987 parecía que iba a despedirse sin la guinda final, estaban equivocados. Desgraciadamente esta última llegó con tragedia incluida. La Costa da Morte haría, una vez más, honor a su nombre en un sábado, 5 de diciembre de aquel tormentoso ciclo que daba la impresión de no terminar de apaciguarse de forma definitiva. A las ocho menos cuarto de aquella jornada, la Ayudantía de Marina de Corcubión recibía un SOS de un carguero que navegaba bajo pabellón panameño, aunque todo indica que era una bandera de conveniencia. Además, la mayoría de su tripulación eran chinos, muchos de los cuales serían las víctimas mortales al arrojarse al agua con unos salvavidas que los expertos se atrevieron a calificar de juguete.

Las asistencias de socorro no llegarían al lugar del siniestro hasta las diez y media de la mañana, cuando la suerte de los marinos orientales ya estaba echada. Se supone, que además de no ser muy expertos, tampoco conocían la severidad de la zona a la que se habían arrojado, ni tampoco su trágica historia de naufragios en los que las víctimas se cuentan ya por varios millares. El barco embarrancaría en la playa de O Rostro a las ocho de la tarde del mismo día que había naufragado, sospechándose que la empresa Remolcanosa 5, encargada del rescate, lo depositó a propósito en aquel lugar debido a que el armador del buque se negaba a responder económicamente de las tareas de rescate que le prestaba su homónima española.

Explosión a bordo

Una explosión en la cubierta del «Casón» en los días posteriores a su embarranque provocó la llegada de centenares de curiosos que contemplaban atónitos un espectáculo que muy pronto dejaría de ser tal, al declarar el jefe de máquinas, uno de los pocos marinos que había sobrevivido a la tragedia, que transportaba material peligroso y altamente radiactivo, tal como lo indicaban los precintos de aquellos bidones que transportaba. Sin embargo, no se sabría nunca con total exactitud que era lo realmente llevaba el susodicho buque, ya que su capitán, el único que lo sabía con total certeza, había sido de los primeros en perecer en aquel trágico naufragio.

En las jornadas posteriores al embarranque, se sucederán las noticias contradictorias de unos y otros acerca de la supuesta peligrosidad que pueda derivarse del material que transportaba el «Casón». Las noticias contradictorias no hacen más que alarmar a la población. La primera que se toma es la suspensión de las clases en los centros académicos, lo que levantaba las lógicas suspicacias entre los vecinos de las zonas próximas al accidente marítimo.

Unos días más tarde se envían dos buques con la finalidad de que retiren el material que se halla a bordo del carguero siniestrado. Sin embargo, el temporal en el mar empeora y en las jornadas de los días nueve y diez del último mes de 1987 el agua penetra en el interior de las bodegas, entrando en contacto con el material que transporta, que al parecer es sodio. Los precintos de los bidones alertan de la alta toxicidad y peligrosidad de los mismos. A todo ello se une que la mezcla de agua con sodio es altamente peligrosa derivando en nitrógeno, con la consiguiente posibilidad de que se genere una nube tóxica en las poblaciones afectadas.

Evacuación de la población

Tras muchas idas y venidas, al amparo de constantes contradicciones, se decide evacuar a la población de los municipios próximo al lugar del accidente (Cee, Fisterra y Corcubión). Esta medida se anuncia a las diez de la noche del día 10 de diciembre. Se informa de que se hará con carácter meramente preventivo, para lo cual se habilitarán todos los autobuses que hagan falta. En un principio se anuncia que podrían ser 300, pero que si es necesario se incrementarán hasta 700, si las circunstancias lo requieren. La alarma ya ha sido generada en las poblaciones afectadas. Muchas personas inician una despavorida huida con sus propios medios, ya sea en coche o, incluso en barco, pero muchos otros, presas del pánico, se perderán por caminos y corredoiras de Galicia al candor de la noche sin rumbo fijo.

Una vez generado el desconcierto y la alarma entre los vecinos de los tres municipios afectados, se dará una nueva contraorden a la una de la madrugada del día siguiente. El Gobierno anuncia que, una vez realizados nuevos análisis a las sustancias que se almacenan en las bodegas, no existe peligro de ningún tipo, por lo que se suspende la evacuación de los residentes en las localidades próximas al accidente marítimo. Sin embargo, ya era muy tarde, y el mal ya estaba hecho. En este sentido cabe reseñar la actitud mantenida por el periodista deportivo José María García, entonces responsable de deportes de la desaparecida emisora Antena 3 Radio, ya que suspendería la programación deportiva para ponerse a informar en riguroso directo de los acontecimientos que estaban pasando en la Costa da Morte. Además, después de la contraorden anunciada por el entonces delegado del Gobierno en Galicia, Domingo García Sabell, entrevistaría a este último en su espacio, non sin darle la perceptiva reprimenda por la caótica situación de pánico y alarma generalizada que se había generado en todo el área afectada por el naufragio del «Casón»

Polémica con el material del «Casón»

La polémica sobre el material del «Casón» no finalizaría hasta días mas tarde. En un principio se decide trasladar los bidones de la discordia, que generan una gran tensión en toda Galicia, al campamento de Parga, en el municipio lucense de Guitiriz. Para colmo de males aquí se van a encontrar con una ruda y dura oposición vecinal, ya que los vecinos montarán barricadas e impedirán la descarga de los mismos por el temor que les infundía el material que allí pretendían alojar.

La carga del «Casón» será finalmente trasladada a la factoría de Alúmina-Aluminio, ubicada en la localidad de Xove. Sin embargo, el comité de empresa decidió evacuar la planta mientras se descargaban los bidones con la finalidad exclusiva de salvaguardar la integridad de los trabajadores. A raíz de esta decisión se paralizaría la producción en la citada fábrica, motivo por el cual sus dirigentes acusarían de irresponsabilidad a los sindicatos. A consecuencia de ello los trabajadores sufrirían una dura represalia que se traduciría en un expediente de regulación de empleo, despidiendo íntegramente a los miembros del comité de empresa.

Más de treinta años después de haberse hundido aquel buque que iba de Shangai hasta Amberes, se decidió por fin el desguace del pecio que había quedado en la playa de O Rostro. Sin embargo, esta medida fue muy mal acogida tanto por los vecinos como por los pescadores, los principales afectados, ya que en torno a el mismo se había generado un importante biotopo y habían recalado distintas especies marinas, entre ellas el tan cotizado pulpo. Y es que nunca llueve a gusto de todos. Quien le iba decir a los vecinos que de aquel enemigo llamado «Casón» se les generase una especie de indisimulado Síndrome de Estocolmo.

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