El primer atentado terrorista mortal en Galicia
1978 estaba siendo un año distinto en España. Se había estrenado muy recientemente la democracia y se habían instaurado unas libertades públicas que habían estado muchos años secuestradas. Galicia no era ajena al clima de ilusión por la libertad que se vivía en el resto del Estado. Sin embargo, todavía continuaban operando algunos grupos radicales que -en nombre de la libertad- no hacían sino atemorizar a un país que no reclamaba para nada su presencia ni mucho menos su falso yugo liberador. Más bien todo lo contrario.
Las personas de una cierta edad, principalmente aquellas que habían vivido la Guerra Civil, se sentían temerosas ante el clima de ilusión al que en algunas ocasiones denominaban libertinaje, ya que no estaban acostumbradas a que se produjesen ciertos hechos o acontecimientos que lo único que hacían era emborronar el siempre pacífico y acogedor estado de derecho. Algunos, con su actitud, querían perturbar a los gallegos y al resto de los españoles de hace ya 40 años, estando en su afán tan solo un ambiente de provocación que justificase un levantamiento armado del Ejército para así poder ellos excusar su irracional y nefasto comportamiento.
Galicia era algo distinto al resto del estado o, al menos, eso les parecía a los gallegos, unas gentes siempre sosegadas, con su eterna retranca que escondía un halo de buen humor y campechanía que se traducía en las sinceras sonrisas de aquellos hombres que todavía cubrían sus calvas con boinas en tanto liaban un cigarro de picadura, al que prendían fuego con un viejo mechero de gasolina. Sin embargo, a pesar de ese carácter bonachón, tranquilo y sincero de los gallegos, un terrible hecho, sin precedentes, alteraría a un pacífico y trabajador pueblo en la mañana del lunes, 28 de agosto de 1978, con el asesinato del guardia civil, Manuel Vázquez Cacharrón en la plaza de Abastos de Santiago de Compostela.
Un solo disparo
Esa mañana, como muchas otras, una hermana de la víctima había acudido a la tradicional plaza compostelana a vender productos de la huerta, siendo una persona muy conocida en Santiago por la totalidad de su vecindario. Se encontró con su hermano, el guardia civil Manuel Vázquez Cacharrón, con quien departía muy tranquilamente sobre mil y una cosas de las que solía hablarse en aquellos populares centros de reunión, charlando de vecinos y amigos, de como se encontraban los parientes de la aldea, de como iba la mañana. Pero esa tranquilidad y bonhomía que siempre se había respirado en aquel tradicional lugar de encuentro para vecinos y comerciantes se vería bruscamente alterada por la presencia de dos jóvenes de alrededor de 20-25 años, uno de los cuales portaba una pistola. Con la misma y de un solo tiro, que le alcanzó directamente en la cabeza, daba muerte al agente Vázquez Cacharrón. Al parecer, uno cubría al otro mientras este último efectuaba el mortal disparo que acabaría con la vida del miembro de la Benemérita.
Con la ayuda de los presentes en el recinto ferial, el herido sería trasladado al Hospital Xeral de Galicia donde ingresaría ya cadáver. El guardia civil contaba con solo 40 años de edad, siendo natural de la localidad de Arzúa, un precioso pueblo que se emplaza en los últimos tramos del Camino Francés que conduce a las tierras del Apóstol. El fallecido estaba casado y era padre de una numerosa prole de cinco hijos. El atentado terrorista, condenado de forma unánime por una sociedad que se resistía a dejarse secuestrar por los criminales, provocaría la pérdida de la inocencia de una tierra que tan solo pretendía hacer su vida y vivir en paz. Su hermana Palmira también requeriría asistencia sanitaria, ya que cayó desmayada en plena plaza por la impresión que le causó la muerte de su hermano. Los terroristas que habían asesinado al guardia civil, Juan José Muíños Formoso y Francisco Javier Rodríguez Veloso, huyeron del lugar a pie en dirección a la calle Doutor Teixeiro donde les aguardaba un SEAT 124 azul, que les facilitaría la huida de la capital gallega.
Al día siguiente de haber sido vilmente asesinado, Manuel Vázquez Cacharrón recibiría sepultura en su tierra natal de Arzúa. El entierro del agente fue una gran manifestación de duelo de toda Galicia, congregándose más de 3.000 personas en la celebración religiosa que tuvo lugar en el cuartel de San Lázaro. Era la contundente respuesta de los gallegos a un vil acto terrorista, que tendría su contrapunto en la actitud de unos pocos jóvenes que entonaron canciones de tiempos pretéritos con el único y exclusivo afán de provocar a quienes tributaban su último adiós al primer agente caído en acto de servicio en tierras gallegas.
Los Grapo y la LAG
Como era muy habitual en los tiempos de la Transición Democrática, distintos grupos protagonizaron una guerra de comunicados en los que se atribuían el atentado que le había costado la vida al guardia civil en Santiago de Compostela. En un principio lo hicieron los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), pero también se quiso apuntar el tanto un grupo desconocido de tendencia separatista y radical, denominado Liga Armada Galega(LAG). Los investigadores se decantaron porque fuesen los primeros, ya que tenían una cierta infraestructura en Galicia, concretamente en Vigo, en tanto que la LAG era un grupúsculo vinculado al nacionalismo de izquierdas que había perpetrado un atraco a una sucursal del Banco del Noroeste y algunas otras actividades terroristas de escaso calado.
El 13 de septiembre de 1978 sería detenido en Ourense un militante de los GRAPO Francisco Javier Rodríguez Veloso, alías «El Andaluz», a quien se le acusó de haber sido el autor material de la muerte del agente asesinado. Prueba de ello, fue que en su poder se halló el arma reglamentaria que llevaba el día de su asesinato Manuel Vázquez Cacharrón, una pistola Star. En 1980 sería condenado a 25 años de prisión por la Audiencia Nacional, institución encargada de juzgar los delitos de terrorismo.
En el año 2010, siendo alcalde de Santiago en su primera etapa el socialista Xosé Sánchez Bugallo, justo cuando se cumplían 32 años de su asesinato, el Ayuntamiento compostelano tributó un sentido homenaje a la figura del guardia civil asesinado por los GRAPO. El mismo consistió en la dedicatoria de una calle en nombre del agente muerto en acto de servicio en el barrio de Fontepedriña, donde vivía su viuda y el resto de su familia.
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