Tres jóvenes gallegos torturados y asesinados por ETA
La banda terrorista ETA cometió muchos «errores» en su dilatada existencia, aunque el principal fuese el de haber iniciado una escalada de sangre y terror que no dejó indiferente a nadie en España. Se puede decir que su propia trayectoria fue su gran y principal error que sería muy funestamente pagado por casi un millar de personas inocentes que fallecieron a consecuencia de su indiscriminado terror. Sin embargo, hay un hecho criminal que llama poderosamente la atención en la historia del grupo criminal. Este no fue otro que la tortura y asesinato de tres jóvenes gallegos en la localidad francesa de San Juan de Luz el 24 de marzo de 1973, un tiempo en el que la banda comenzaba a estar en su pleno apogeo, además de contar con la simpatía de algunos grupos de la oposición a la dictadura franquista, que veían a ETA como un falso elemento liberador, aunque no tuviese nada que ver con los verdaderos ideales democráticos.
Los jóvenes gallegos habían acudido al país vecino a ver la película «El último tango en París», ya que este film era imposible visionarlo en España debido a las restricciones que en materias de libertades públicas hacía la siempre terrible dictadura del general Franco. Nunca se pudieron imaginar que serían confundidos con policías españoles que se encontraban en la lucha antiterrorista y que, supuestamente, los habían ido a espiar. Sin embargo, la realidad distaba mucho de lo que pensaba la banda criminal. Los tres mozos gallegos a quienes ETA acabaría asesinando y torturando eran José Humberto Fouz, de 29 años de edad; Fernando Quiroga, de 25 y Jorge Juan García, de 23. El más veterano de ellos era un poco quien llevaba la batuta de un trío de emigrantes que trabajaban honradamente en el País Vasco, ya que había residido en varios países europeos.
Los mozos habían salido en la jornada del día 23 con destino al país vecino a bordo de un vehículo, marca Austin, propiedad de José Humberto Fouz, cuya ausencia en su puesto de trabajo el lunes, día 25 de marzo, sería la señal que haría saltar todas las alarmas en sus familiares, ya que, al parecer, se hospedaban en la casa de una hermana del referido joven. Un cuñado de este, Cesáreo Ramírez, se trasladó en busca de Jose Humberto y sus dos acompañantes, rastreando la zona para comprobar si les había sucedido algo. A pesar de todo, sus indagaciones fueron vanas. Incluso llegó a sospechar que los desaparecidos se pudieran haber despeñado en algún punto de la carretera. Al cabo de tres semanas de haber realizado una infructuosa búsqueda, decidió poner el hecho en conocimiento de la policía, aunque nunca más se volviese a tener noticias suyas.
Incidente
Según un artículo publicado por el periodista Alfonso Rojo en el diario El Mundo, en su edición del 17 de junio de 2001 en el suplemento Crónica, los tres jóvenes desaparecidos habrían tenido la mala suerte de coincidir con un grupo de miembros de la banda terrorista en la discoteca Lycorne. Allí, sus verdugos habrían estado bebiendo demasiado, protagonizando posteriormente un desafortunado incidente con los jóvenes gallegos. En el transcurso del mismo, según el relato que hace el novelista Adolfo García Ortega, los terroristas habrían herido de gravedad a José Humberto Fouz de un botellazo en la cabeza, quien moriría instantes después, aunque nunca se encontró su cadáver ni tampoco los de sus acompañantes.
Posteriormente, los jóvenes, que serían secuestrados y maniatados por sus captores quienes se encontraban armados, serían trasladados a una granja, que supuestamente pertenecía a Telesforo Monzón, dirigente histórico abertzale, en el propio vehículo de las víctimas. Una vez que estaban en poder de los criminales, estos les habrían torturado durante un tiempo. Algunas fuentes, en las que se cita a Mikel Lejarza, el topo que estuvo infiltrado en el grupo terrorista, los asesinos les habrían aplicado una tortura extrema, llegando a sacarles los ojos con destornilladores. Su objetivo era que los tres muchachos, supuestos policías para los etarras, «cantasen» sobre las actividades antiterroristas que estaban desempeñando, así como también la Policía española de la época. Al convencerse de que aquellos hombres no tenían relación ninguna con los cuerpos policiales habrían decidido asesinarlos, al entender que una acción tan vil y canalla podría ofrecer una muy mala imagen de la banda terrorista.
El terrorista que se habría encargado del comando que les dio muerte era Tomás Pérez Revilla, alias «Hueso», quien moriría años más tarde en un atentado perpetrado por los GAL, según la información facilitada por Alfonso Rojo. Además, según un reportaje emitido en la cadena de televisión Antena 3, realizado por El Mundo TV, en abril de 2001, los restos mortales de las tres víctimas podrían estar sepultados en una finca de la localidad francesa de San Juan de Luz, propiedad de la familia del otrora dirigente radical vasco Telesforo Monzón (1904-1981), quien fue dirigente del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en tiempos de la IIª República española y posteriormente, con el advenimiento de la democracia, de la coalición abertzale Herri Batasuna, brazo político de la banda terrorista ETA. A raíz de la revelación de la productora audiovisual del rotativo de Unidad Editorial, la Audiencia Nacional habría intentado reabrir el caso, aunque sin muchas esperanzas para las familias de las víctimas, ya que al haber transcurrido más de 20 años estaría ya prescrito.
En contra de lo que ha sido habitual a lo largo de su infausta y terrible historia, ETA nunca asumiría la autoría del asesinato de los jóvenes gallegos. Representaba un duro lastre para ellos el hecho de haber dado muerte a tres inocentes trabajadores que tan solo habían ido a divertirse al otro lado de la frontera.
Interpelación parlamentaria
El caso de la desaparición y muerte de los jóvenes gallegos alcanzaría un gran eco mediático en la segunda mitad de la década de los años noventa, gracias a la interpelación parlamentaria de Coral Rodríguez Fouz, senadora vasca por el PSE-PSOE y sobrina y ahijada de José Humberto Fouz, quien formuló una pregunta en el Senado al entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja. Gracias a la perseverancia de esta política, se conseguiría que los tres jóvenes asesinados por ETA fuesen reconocidos como víctimas del terrorismo.
Coral Rodríguez no cejaría en su empeño para conocer el paradero de los restos de los jóvenes muertos por ETA. Siendo ya miembro del Parlamento Vasco, en el año 2005, pronunció un emotivo discurso en el pleno de la institución antes aludida en el que solicitaba al Gobierno Vasco que proporcionase los medios suficientes para esclarecer el paradero de los restos mortales de los tres jóvenes asesinados en 1973.
Pese a los desvelos de la parlamentaria vasca de origen gallego, su lucha ha resultado hasta ahora infructuosa. Además, a lo largo de los últimos 46 años han sucedido distintos acontecimientos que, de una u otra forma, han contribuido a tapar un hecho terrorífico que nunca se ha conseguido esclarecer. Rumbo a cumplirse medio siglo de unos asesinatos macabros y execrables, las familias de las tres víctimas siguen clamando una justicia que jamás han conseguido, además de los muchos palos a las ruedas que les han puesto a lo largo de estas ya cuatro largas décadas de intensa y cruel espera.
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