Un crimen impune en Guitiriz (Lugo)

Ruta del agua, en Guitiriz

Además de sus históricos balnearios, Guitiriz goza también de un espléndido recinto histórico, en la calle que baja a su centenaria estación de ferrocarril. En sus márgenes todavía se refleja el esplendor histórico del que gozó la villa en las décadas de los años cuarenta y cincuenta del anterior siglo, incluso, de tiempos anteriores. Destacan aún las viejas casonas de estilo indiano que no dejan indiferente al visitante, construidas al amparo de los capitales procedentes de la vieja Habana o, como no, sus pequeños hoteles y pensiones erguidos en los aledaños de la vieja estación para acoger a los viajeros que se veían obligados a hacer fonda en la villa guitiricense. Sus contorneadas y barrocas formas delatan estilos sobrios, formales y acogedores que testimonian el esplendor remoto del que gozó la villa termal chairega.

Y nos vamos a una zona donde el termalismo fue siempre una fuente de riqueza para sus vecinos, ahora reconocida mundialmente por su no menos célebre festival de música folk, impulsado desde 1979 por el sacerdote Alfonso Blanco Torrado. La parroquia de Pardiñas sería escenario de un crimen que ha pasado a la posteridad por la impunidad en que ha quedado. La madrugada del 21 de mayo de 1985 un joven, Juan Carlos Silva Pereira perdía la vida tras recibir cinco disparos de arma corta muy cerca de la casa en la que residía junto con sus padres y dos de sus diez hermanos. El muchacho contaba en el momento en que se produjo su óbito con tan solo 21 años de edad. La noche de autos había estado en una discoteca de la villa acompañado de su novia. Según se ha desprendido de la reconstrucción de los hechos, Juan Carlos había acompañado a la chica con la que salía a la casa de esta para, posteriormente, dirigirse caminando a su domicilio.

Antiguo legionario

Dadas las circunstancias que concurrieron en este hecho, se sospechó que el autor o autores de su muerte podrían ir hablando con el o lo pillaron completamente desprevenido ya que, cuando fue encontrado su cuerpo, tenía las manos introducidas en los bolsillos de su pantalón. También se sospechó que el autor de su muerte fuese una persona de confianza o que tal vez conocía bien sus costumbres. El joven, que se había licenciado recientemente del servicio militar y había servido como cabo en la legión, concretamente en Melilla, pasaba largas temporadas ausente de su domicilio habitual, pese a que cuando perdió la vida se encontraba en situación de desempleo.

Al día siguiente de encontrarse su cuerpo asesinado de forma violenta, su madre declaraba a un diario que, pese a que era una mujer pobre, daría todo cuanto tenía por encontrar al autor o autores de la muerte de su hijo. Sin embargo, nunca se podría detener a su asesino. Algún tiempo después fue detenido otro joven de Guitiriz, aunque quedó sobradamente contrastada su inocencia.

El joven detenido contó para su defensa con un entonces desconocido abogado vilalbés, Agustín Baamonde Díaz, quien tan solo un lustro después acabaría convirtiéndose en alcalde de la capital chairega. Baamonde defendió al muchacho porque le correspondía de turno de oficio. Su exposición de motivos le valió también para erigirse en uno de los principales protagonistas de este caso, al demostrar, con pelos y señales, que su patrocinado nada tenía que ver con la muerte del antiguo legionario asesinado.

Nunca le encontraron ninguna contradicción o renuncia a su defendido ni mucho menos a él. Su defensa recuerda un poco a la hecha en su día, hacía ya más de setenta años, por parte de otro joven y desconocido letrado, Santiago Casares Quiroga, con el caso conocido como el crimen de la alemana. Aquel joven abogado acabaría por convertirse en ministro y posteriormente en presidente del Gobierno de la Segunda República española, quien, un ya lejano 17 de julio de 1936, ante la pregunta de los periodistas que haría en caso de que los militares se levantasen, contestase de forma socarrona y no exento de esa retranca gallega más propia de los hombres y mujeres del interior galaico, que él se iba a acostar. Por desgracia los militares se levantaron y su ironía y dejadez costarían una sangrienta Guerra Civil. Igualmente, por desgracia, el crimen de Guitiriz quedó impune y no por culpa de quien años más tarde sería uno de los más brillantes parlamentarios do Hórreo, quien se limitó a cumplir con su justo deber de defender a un inocente.

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Acerca de

Soy Antonio Cendán Fraga, periodista profesional desde hace ya tres décadas. He trabajado en las distintas parcelas de los más diversos medios de comunicación, entre ellas el mundo de los sucesos, un área que con el tiempo me ha resultado muy atractiva. De un tiempo a esta parte me estoy dedicando examinar aquellos sucesos más impactantes y que han dejado una profunda huella en nuestra historia reciente.

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